domingo, 4 de noviembre de 2012

La oración infalible



Empezó a salir el sol. Eran las 6:00 de la mañana y todos, muy cansados y tristes, se sentían aliviados de que Ramón Antonio finalmente se hubiera dormido después de una noche de sufrimientos.

 Seis meses antes se le había diagnosticado un cáncer en una pierna y, para salvarlo, el doctor recomendó: “Debemos amputar la pierna desde la cadera”.

“Imposible”, fue la respuesta de Ramón Antonio. “No seré medio hombre, además yo soy fuerte y me curaré poco a poco.

Ustedes tienen que estar equivocados”.

Luego de ir a otros médicos, quienes diagnosticaron lo mismo que el primero, siguió rechazando la idea de que él tenía cáncer y que para curarlo era necesario la amputación. Tenía 28 años, dos hijos pequeños, familia estable.

Se entendía su reacción.

Ramón Antonio, como muchos de nosotros, pensaba que no era posible que algo así le estuviera pasando a él. No aceptaba la necesidad que tenía y, en consecuencia, no podía aceptar ayuda.

En el evangelio de hoy Bartímeo, limosnero ciego que vivía en la ciudad de Jericó, aceptó su necesidad, y no sólo estaba dispuesto a recibir ayuda, sino que, anhelándola, la pidió a grandes voces.

Tan pronto escuchó que el Señor estaba cerca gritó: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”.

Todos querían hacerlo callar, pero él gritaba aun más fuerte, de manera que logró que Jesús se detuviera y le ayudara.

Fíjese en la diferencia de los dos casos: Bartimeo: Aceptó su problema.

Pidió ayuda y la recibió.

Resolvió su problema.

Ramón Antonio: No aceptó su problema.

No pidió ayuda, sino que la rechazó.

No resolvió su problema.

Sufrió y murió.
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 Todos tenemos necesidades, problemas, insatisfacciones.

Todos necesitamos algo, pero muchas veces no aceptamos esta necesidad porque tememos que hacerlo nos haga parecer débiles o deficientes ante los demás.

Si descubrimos lo que necesitamos y lo aceptamos, podemos pedir ayuda. ¿Por qué no? .

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 La buena noticia de hoy es que, si imitamos a Bartímeo, y acudimos al Señor presentándole humildemente nuestra necesidad, su pregunta a nosotros va a ser la misma que la que hizo a aquel ciego: “¿Qué quieres que haga por ti?” Tengamos lista una respuesta bien definida, corta y precisa, y el Señor actuará.

La pregunta de hoy:
¿Existe la oración que infaliblemente obtiene lo que pide, según aparece en Mateo 21,22?
Dice Santo Tomás de Aquino que estas son las cuatro condiciones de la oración infalible: 1. Pedir algo para sí mismo.

2. Cosas convenientes para el alma.

3. Con humildad, confianza y gran necesidad.

4. Con perseverancia.

Más sobre la oración infalible puede encontrarse en Mateo 7, 7-8; Juan 14, 13-14; Juan 15, 7; Juan 15- 16; Juan 16, 23-24.

Nota: Te doy gracias, Señor, porque tengo hijos creyentes dispuestos a ayudarme. Luis.

Luis García Dubus
Santo Domingo
Fuentes: Listín Diario de la Republica Dominicana

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