jueves, 8 de noviembre de 2012

Los grandes problemas comienzan por cosas sencillas

Es tiempo de cortar con el esquema
de problemas que comienzan a partir
de cosas sencillas...
Con ayuda de Dios podemos lograrlo...


Por Fernando Alexis Jiménez | La gresca comenzó con una botella vacía. El recipiente cruzó con fuerza la distancia que separaba a los hinchas de los dos equipos de fútbol. Restaban quince minutos para que los jugadores saltaran a la cancha y dieran comienzo a un enfrentamiento amistoso de noventa minutos. Unos gritaban, otros proferían amenazas y un reducido grupo seguía con sus ojos, paso a paso, el desenvolvimiento de los acontecimientos.

 El artefacto cayó sobre el costado de una espectadora. Su acompañante acudió en su auxilio mientras que tres curiosos respondieron a la provocación arrojando botellas. En cuestión de segundos el estadio europeo se convirtió en un campo de batalla. Los ataques iban y venían. Muchas personas comenzaron a correr hacia la salida de emergencia.
 
La tragedia no se hizo esperar. La ola humana no tenía control. Los pocos agentes de policía que custodiaban el lugar se vieron impedidos para hacer algo. Hacia ellos también llovían piedras y objetos pesados. La aglomeración de público en las puertas era descomunal...
 
Las autoridades tardaron tres horas en despejar el lugar. Cuando retornó la calma, el inventario arrojó un saldo de cuarenta personas muertas. “Es lamentable que todo haya comenzado con alguien irresponsable que arrojó una botella”, comentó el inspector Adolph Blaisse al entregar un informe a los periodistas.
 
¿Cómo se desatan las tormentas?
 
Muchos de los grandes problemas comienzan con hechos pequeños. Una trifulca de la que usted tenga memoria, seguramente inició por una insignificancia. El problema radica en no saber manejar esos incidentes superficiales, darles trascendencia y dimensionar las circunstancias hasta desatar una tormenta en un vaso de agua.
 
¿Le ha ocurrido alguna vez? Probablemente si y, también, se ha arrepentido de sus reacciones airadas. En el libro de los Proverbios leemos que: “El hombre iracundo promueve contiendas; el que tarda en airarse apacigua la rencilla”(Proverbios 15:18).
 
El “iracundo” reacciona agresivamente, tanto física como verbalmente o la conjunción de las dos, porque se siente agredido ante cualquier término, gesto o planteamiento que va en contravía de sus propias concepciones. Puede que el interlocutor no quiera ofenderlo, sin embargo lo interpreta de acuerdo con sus propios parámetros.
 

No se deje arrastrar por la ira

 
Si en circunstancias que aparentemente desencadenan tormentas y problemas interpersonales, tomáramos la decisión de callar, guardar la calma y meditar las consecuencias que se deriven de nuestras reacciones, sin duda nos ahorraríamos muchos problemas.
 
El texto bíblico que ilustra nuestra meditación advierte y aconseja el que tarda en airarse apacigua la rencilla”(Proverbios 15:18).
 
Tardar en airarse implica disciplina y sensatez. Disciplina para aprender a escuchar a los demás y sus inquietudes, sin que sus planteamientos nos muevan el piso, y sensatez para comprender que no podemos permitir que hechos intrascendentes nos roben la tranquilidad.
 
Dos principios claros para que aplique desde hoy: el primero, no dar trascendencia a pequeñeces, y el segundo, como lo enseña este versículo bíblico, es razonar cuidadosamente y medir con calma la situación antes de reaccionar. Sin duda evitará muchos dolores de cabeza, no romperá abruptamente con sus amistades, tendrá paz en su corazón y, evidenciará con sus actos, que Dios ha comenzado a obrar en su vida.
 

Una decisión que quizá le falta

 
Es probable que razone sobre lo incontrolado de su existencia. Reacciona airadamente por cualquier cosa y convierte en una tormenta hechos insignificantes. ¿Qué necesita? Dominio propio y, ése dominio propio lo alcanzará cuando vuelva su vida a Jesucristo.
 
No podemos dejar pasar la ocasión sin antes invitarle para que le permita al Señor Jesús entrar en su corazón ¿De qué manera? Dígale: “Señor Jesucristo, reconozco mis pecados y que tú perdonaste en la cruz todas mis culpas para darme una nueva oportunidad. Entra a mi vida y haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”
 
Si tomó esta determinación, lo felicitamos. Ahora le sugerimos que inicie una íntima relación con Dios mediante la oración; que comience a congregarse en una iglesia cristiana y que estudie la Palabra cada día para edificarse personal y espiritualmente.

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