Leer:
Santiago 1:22-27 | La Biblia en un año: Juan 6:45-71 | «Mi madre nos daba
pimientos picantes antes de acostarnos —dijo Samuel, recordando su niñez
difícil en África—. Luego, bebíamos agua para refrescarnos la boca y sentirnos
satisfechos». Pero agregó: «No funcionaba».
Una
revolución había forzado a su padre a huir, lo cual dejó a su madre como único
sustento de la familia. Al tiempo, su hermano se enfermó, y no podían costear
la atención médica. La madre los llevaba a la iglesia, pero no tenía mucho
sentido para él, ya que se preguntaba: ¿Cómo puede Dios permitir que nuestra
familia sufra así?
Un día, un
hombre se enteró de sus dificultades, consiguió los medicamentos y se los
llevó. «El domingo iremos a la iglesia de este hombre», dijo la madre. De
inmediato, Samuel se dio cuenta de que allí había algo distinto: disfrutaban de
su relación con Jesús demostrando su amor en forma práctica.
Eso fue
hace 30 años. Hoy, en esa parte del mundo, Samuel ha comenzado más de 20
iglesias, una escuela y un orfanato, continuando con el legado de la religión
verdadera de la que habló Santiago, el hermano de Jesús: «sed hacedores de la
palabra, y no tan solamente oidores» (Santiago 1:22). «La religión pura y sin
mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas
en sus tribulaciones» (v. 27).
Padre, ayúdanos a no
ignorar las necesidades de otros.
A veces, el mejor testimonio es la amabilidad.
NUESTRO PAN
DIARIO
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