Juan
13.13-16 | Biblia en un año: Isaías 63-66 | Cuando usted escucha la palabra
“siervo”, ¿le viene a la mente alguna persona? Quizás recuerde a un vendedor
singularmente servicial o a esa maravillosa mujer de la iglesia que siempre se
ocupa de cada detalle.
Estamos
rodeados de siervos que aman al Señor, pero lamentablemente no los apreciamos.
Esta es una tragedia que tenemos que corregir, no solo por el bien de ellos,
sino también por el de nosotros. Creo firmemente que el servicio fiel de
creyentes consagrados a Dios traerá bendiciones incalculables a quienes ellos
sirvan.
Por
ejemplo, la historia de José revela que adondequiera que él se hallaba, las
personas prosperaban. Potifar no era un hombre que temía a Dios, pero reconocía
que su prosperidad la debía a su esclavo. Otro ejemplo del Antiguo Testamento
es Daniel, cuyos servicios al rey de Babilonia incluía la interpretación de
visiones (Dn 2, 4, 5).
En ambos ejemplos,
líderes fueron bendecidos por las acciones de sus servidores. Pero, más que
eso, ganaron consciencia del Dios vivo, y contribuyeron al éxito de ambos
jóvenes al darles más responsabilidades y mayores oportunidades de servicio (Gn
39.1-6; Dn 2.46-48; 5.29).
Descubra
qué personas a su alrededor tienen el don de servicio. Pase tiempo con ellas,
sirviendo y trabajando para la gloria de Dios. Si usted desprecia a alguien que
desempeña algún “trabajo de siervo”, se privará de una relación que pudiera literalmente
cambiarle la vida. En vez de eso, busque a esas personas, y pregúnteles: “¿De
qué manera puedo unirme al servicio que usted desempeña?”
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