Nuestro
concepto de Dios determina cómo nos relacionamos con él. Quienes lo ven como
lejano e impersonal pueden sorprenderse al saber que él “habla” personalmente a
todo el mundo, incluso a aquellos que niegan su existencia.
Puesto que
Dios quiere que le conozcamos y que nos relacionemos con él, busca comunicarse
con nosotros constantemente.
Para
quienes están dispuestos a escuchar, la voz de Dios puede discernirse por medio
de muchas fuentes. La más obvia es la Biblia, pero él puede también llamarnos
mediante las palabras habladas o escritas de otros creyentes. Habla, incluso,
por medio de las circunstancias y las maravillas de su creación. Creo que todos
quedaríamos maravillados si supiéramos cuantas maneras diferentes tiene nuestro
tierno Padre celestial para tratar de captar nuestra atención.
él llama
con una voz silenciosa que habla al corazón y a la mente. Aunque sus palabras
pueden dirigirse a una multitud, Dios tiene un mensaje específico e
individualizado para cada quién. Es por eso que dos personas pueden escuchar el
mismo sermón o leer los mismos versículos de la Biblia, y encontrar dos
aplicaciones diferentes del mensaje. Dios no reparte ideas de aplicación
general, sino que comunica ideas concretas a cada persona.
La
actividad continua es un gran obstáculo para la receptividad. Cuando tenemos la
vida llena del clamor de este mundo, la voz silenciosa de Dios no puede ser
percibida. Aparte tiempo hoy para escuchar su llamado, piense en lo que él le
está diciendo porque él se deleita en hablar con usted.
“Escucharé lo que hablará Jehová Dios; Porque
hablará paz a su pueblo y a sus santos, Para que no se vuelvan a la locura.”
Salmos 85:8 (Reina-Valera 1960).
Charles Stanley
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