Leer: Filipenses 3:12-21 | La Biblia en un
año: Marcos 4:21-41 | Uno de mis programas favoritos de televisión podría
llamarse en español Sublime audacia. En este programa de telerrealidad, diez
parejas van a otro país, donde deben correr —usando trenes, autobuses, taxis,
bicicletas, y a pie— de un lugar a otro para obtener las instrucciones para el
próximo desafío. La meta es que una pareja alcance el punto de llegada antes
que las demás, y el premio es un millón de dólares.
El apóstol Pablo comparó la vida cristiana
con una carrera y admitió que aún no había llegado a la meta: «Hermanos, yo
mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio…» (Filipenses 3:13-14). Pablo no miró atrás ni dejó que
sus fracasos del pasado lo agobiaran por la culpa. Tampoco permitió que sus
logros del presente lo dejaran satisfecho. En cambio, continuó avanzando hacia
la meta de ser cada vez más como Jesús.
Nosotros también corremos esta carrera.
Independientemente de los fracasos y los éxitos, sigamos avanzado hacia el
objetivo de volvernos más semejantes a Cristo. El premio no es terrenal, sino
que disfrutaremos una suprema recompensa eterna.
Señor, muéstrame qué debo hacer y cambiar
para seguir avanzando hacia la meta de asemejarme cada día más a Cristo.
Nunca dejes de seguir a Jesús.
NUESTRO PAN DIARIO
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