Filipenses 4.10-13 | Por lo general,
asociamos el contentamiento con las condiciones favorables. Cuando nuestras
relaciones familiares son buenas, el trabajo es satisfactorio y no tenemos
problemas de salud o económicos, entonces nos sentimos bien. Pero si algo sale
mal, nuestro contentamiento desaparece.
Eso no es lo que el pasaje de hoy nos está
diciendo. Pablo había aprendido a tener contentamiento, sin importar cuáles
fueran sus condiciones. Esta es una noticia maravillosa para nosotros, porque
significa que nosotros, también, podemos aprender a tener contentamiento, sin
importar lo que estemos enfrentando. Debemos recordar que:
Pablo
tenía contentamiento porque descansaba en la fidelidad de Dios. Sabía que el Señor tiene todo el control (Sal 103.19), y que ha
prometido que todo lo que disponga sea para el bien de sus hijos (Ro 8.28). En
todas y cada una de las circunstancias, Pablo descansaba en la seguridad de la
mano soberana y amorosa de Dios. El apóstol también confiaba en que todo lo que
iba a necesitar, lo recibiría en el tiempo del Señor.
Su
contentamiento fluía también de su enfoque en Cristo. Aunque estaba escribiendo desde una prisión romana, Pablo no se
sentía víctima ni se regodeaba en la autocompasión. De principio a fin en la
carta a los Filipenses, hablaba de Cristo. De hecho, su deseo más grande en la
vida era conocer al Señor y participar de sus padecimientos (Fil 3.10).
Nunca podremos encontrar contentamiento
permanente en nuestras circunstancias, pero podremos encontrarlo en Cristo.
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