viernes, 16 de septiembre de 2011

Lo que no entienda hoy lo entenderá mañana



A veces no entendemos lo que Dios esta haciendo con nosotros, nuestros familiares y nuestros hijos. Nos pasan un sinnúmero de pensamiento por la cabeza, por ejemplo: es que Dios se haz olvidado de mi, ya Dios no me quiere, Dios no contesta mis peticiones, Dios no oye mis oraciones.

Pasamos por muchas situaciones en la cual no vemos la mano de Dios, en la cual nuestras oraciones supuestamente no pasan del cielo de la casa, parece como que todas las fuerzas del mal se combinaron para atacarnos.

1 Juan 5:

14        Y ésta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.
15        Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Nunca podemos poner en tela de juicio de que Dios no escucha nuestras oraciones, eso es mentira de Satanás; el cual haz puesto eso en tu mente para que tu creencia y tu fe en Dios mengüen. Que el Señor lo reprenda.

Ahora bien, una cosa es que Dios escucha nuestras oraciones y otra cosa muy diferente es que Dios no contesta todas nuestras oraciones.

Si Dios contestara todas nuestras oraciones, como decía en otra reflexión  le quitaríamos autoridad a Dios; seria entonces como un maniquís o mejor dicho un empleado nuestro que esta ahí esperando para cumplir nuestras ordenes.

Dios es soberano y Dios hace cuando el quiera, como quiera y a la hora que quiera. Dios no recibe ordenes de nadie, no le de ordenes a Dios, El no la vas a recibir.

En ningún momento piense que Dios lo haz abandonado, Dios siempre esta con nosotros. El mismo Jesús dijo que se  iba, pero que enviaría un consolador que iba a estar con nosotros  todos los días de nuestra vida.

Tal vez tú entienda por la situación que esta pasando en este momento, por que te sucedió tal cosa, pero si yo estoy seguro que llegara el momento que lo entenderá.

Pidámosle cada Dios que nos ayude soportar y a llevar, las cosas que no entendemos ahora, y que nuestra fe no mengue.

Félix Abreu

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