• Declara que hemos sido justificados. El Padre ve la justicia de Cristo como nuestra
(2 Co 5.21). La culpa y la vergüenza del pecado han sido quitadas (Ro 8.1), y
podemos vivir confiadamente para el Señor Jesús, no importa lo que hayamos sido
antes.
• Nos reclama como su familia, pues nos adoptó espiritualmente para que
pudiéramos llegar a ser hijos de Dios y llamarlo “Padre”.
• Nos hace coherederos con Cristo. Y nos garantiza y reserva una herencia que
recibiremos en el cielo cuando vayamos a pasar la eternidad junto a Él. Pero
además, nos libera del amor a las cosas materiales de este mundo, pues pasamos
a ser verdaderamente ricos (2 Co 8.9).
• Nos da, a quienes estábamos muertos espiritualmente,
un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Puesto que ahora somos salvos, Dios nos ha dado una
vida nueva en Cristo (2 Co 5.17).
• Nos levanta de la vida que una vez vivimos, a una
nueva vida con Él. El Espíritu Santo habita
en los creyentes, y su fruto es amor, gozo y paz.
• Nos hace libres del poder del pecado, de Satanás, y
de nuestro ego. La obediencia y la
victoria se convierten en una realidad en nuestra vida a medida que nuestra fe
en Jesucristo crece.
Alabado sea Dios por su
gracia infinita.
(En Contacto)
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