LEA:
Romanos 4:16-22 | Eran nuestras últimas vacaciones en familia antes de que
nuestro hijo mayor fuera a estudiar a la universidad. Mientras nos sentábamos
en el banco trasero de una pequeña iglesia junto al mar, se me llenó el corazón
de amor al ver uno al lado del otro a mis cinco hijos, bastante bien
arreglados. Pensando en las presiones y los desafíos que enfrentaría cada uno,
oré en silencio: Señor, por favor, protégelos espiritualmente y que se
mantengan cerca de ti.
El último
himno tenía un coro impactante, basado en 2 Timoteo 1:12: «… yo sé a quién he
creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
día». Eso me generó una sensación de paz, al asegurarme que Dios guardaría sus
almas.
Ya han
pasado varios años. Algunos de mis hijos anduvieron de acá para allá y otros
directamente se rebelaron. A veces, he dudado de la fidelidad de Dios.
Entonces, me acuerdo de Abraham: tropezó, pero nunca desconfió de la promesa
que había recibido (Génesis 15:5-6; Romanos 4:20-21). Durante años de espera y
de intentos equivocados de ayudar a resolver las cosas, se mantuvo aferrado a
la promesa del Señor… y nació Isaac.
Este
recordatorio de confianza me resulta alentador. Le pedimos cosas a Dios,
recordamos que le importa, conocemos su poder y le agradecemos por su
fidelidad.
Algunas
lecciones sobre la paciencia llevan mucho tiempo aprenderlas.
Nuestro Pan
Diario
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.