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Santiago 2:14-20 | Los directivos de una escuela secundaria en Alaska estaban
cansados de ver que los alumnos se metían en problemas y que el cincuenta por
ciento abandonaba los estudios. Para mantenerlos interesados, formaron un
equipo de fútbol americano, lo cual les daba la oportunidad de desarrollar sus
habilidades, trabajar en equipo y aprender lecciones para la vida. El problema
era que la escuela estaba en una zona tan fría que no podían tener un campo de
juego con hierba. Entonces, competían sobre tierra apisonada.
A más de
6.000 kilómetros de distancia, una mujer oyó hablar del equipo de fútbol y el
peligroso campo de juego. Impactada por los cambios positivos que vio en los
alumnos, sintió que Dios la impulsaba a ayudar, y se puso a trabajar. Casi al
año, inauguraron la nueva cancha, cubierta de una hermosa superficie de césped
sintético. Aquella mujer había reunidos miles de dólares para ayudar a jóvenes
que ni siquiera conocía.
Esto no se
trata de deportes ni de dinero, sino de recordar «hacer bien y de la ayuda
mutua» (Hebreos 13:16). Santiago nos recuerda que demostramos nuestra fe con
nuestra acciones (2:18). Las necesidades del mundo son diversas y abrumadoras,
pero, cuando amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, tal como dijo
Jesús (Marcos 12:31), alcanzamos a los demás con el amor a Dios.
Abre tu
corazón para que Dios te enseñe a ser compasivo, y tu mano para ayudar.
Nuestro Pan
Diario
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