Richy Esparza | Durante los primeros ocho
meses que me congregue en una Iglesia cristiana, no acostumbraba alabar a Dios
danzando y olvidando mi alrededor. Recuerdo que veía como muchas personas
alababan a Dios cantándole “a todo pulmón” y otros danzando totalmente libres.
Y ambos reflejaban mucho gozo y algarabía.
Mi corazón
estaba algo endurecido e impedía que pudiera alabar a mi Dios dignamente.
Trataba de danzar, pero en eso venían a mi mente frases como: qué van a decir,
me están viendo, y qué si no soy muy coordinado. Dentro de mí anhelaba lo que
aquellos adoradores reflejaban, además de poder ofrecerle a mi Salvador una
alabanza de corazón.
Y cansado
de ir a la casa de mi Dios sin darle verdadera alabanza, una frase vino a mi
mente, que era: apaga tus argumentos y enciende el corazón. En eso pasó.
Estando en la congregación dejé a un lado el qué dirán y comencé a danzar para
mi Dios. Podía sentir como el Espíritu Santo consumía con Su fuego una atadura
imaginaria.
En esa
ocasión mi corazón desbordó de gozo y alegría, pues dentro de mí se afianzó la
gratitud y amor hacia Dios por haber recibido todo de Él. Dios me embriagó de
Su presencia, y pude ofrecerle verdadera adoración. Cuando terminó el servicio
un ujier se acercó a mí y extrañamente me dio un folleto que se les da a las
personas que visitan la congregación por vez primera. ¿Extrañamente? Más bien
Alguien en el cielo sabía que era la primera vez que asistía a alabar realmente
a Dios en Su casa.
Alaba a
Dios realmente, enciende tu corazón y deja a un lado cualquier argumento. Nos
se trata de ti, ni del qué dirán, ni de los problemas que puedas tener, se
trata de alabar con el corazón a Aquel que te ha dado todo. A Su majestad que
te ha llamado hijo(a) por Su inigualable misericordia. Cuando estés en la casa
de Dios, danza, canta, agita el pandero y olvida el qué dirán.
Alaba a Dios
verdaderamente, enciende el corazón.
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