Leer | Juan
1.1-5 | El libro de Malaquías contiene las últimas profecías de Dios
registradas en el Antiguo Testamento. En el período inter-testamentario, como
son conocidos los cuatro siglos posteriores, no hubo ningún mensaje de Dios a
su pueblo. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, rompió el silencio de 400
años cuando profetizó que “nos visitará desde el cielo el sol naciente, para
dar luz a los que viven en tinieblas” (Lc 1.78, 79 NVI).
Zacarías
estaba anunciando el nacimiento de Jesús en un mundo espiritualmente en
tinieblas. Pablo se refirió de esta manera a la condición de la humanidad sin
Cristo: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le
dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido” (Ro 1.21). El estado de los no creyentes de hoy es
el mismo que ha sido siempre. Las tinieblas afligen la Tierra, porque las
personas viven con una sensación de frustración y vacío, en su intento por
satisfacer los apetitos de la carne que nunca se satisfacen.
La luz de
Jesucristo nos permite vernos como lo que somos: pecadores con la necesidad de
un Salvador. Recibir a Jesucristo como Salvador significa que nuestros pecados
son perdonados, y la sentencia de muerte anulada. La luz del Hijo de Dios tiene
un segundo propósito para el creyente. El Señor Jesús nos ilumina el camino
correcto en la vida, por lo que no tenemos que rendirnos a la tentación. Quien
decide andar en la luz —obedeciendo los mandamientos de Dios, y buscando vivir
de acuerdo con su dirección— no puede andar en tinieblas (Jn 8.12).
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