LEA: Juan 1:1-14 | El vecindario estaba alborotado: un
famoso deportista profesional se mudó cerca de donde vivíamos.
Lo habíamos visto en televisión y leído sobre sus
grandes habilidades deportivas, pero nunca imaginamos que decidiría vivir en
nuestro barrio.
Al principio, pensamos que le daríamos la bienvenida y
que todos seríamos buenos amigos, pero él estaba demasiado ocupado como para
que lo conociéramos personalmente.
Imagina esto: Jesús, el Señor del universo y el
Creador de todas las cosas, ¡decidió habitar entre nosotros! Dejó el cielo y
vino a la Tierra, y, como afirma Juan: «vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre» (Juan 1:14). Jesucristo escogió vincularse íntimamente con
todos los que se acercan a Él. Y lo más significativo es que el Espíritu Santo
ha establecido su morada en el corazón de los que hemos aceptado su amor
redentor, para consolarnos, aconsejarnos, convencernos de pecado, guiarnos y
enseñarnos.
Cuando pienses en el Bebé del pesebre, recuerda cuán
especial es que no solo se haya mudado a nuestro «vecindario», sino que lo haya
hecho para bendecirnos con el privilegio de morar en nuestro interior.
Aprovecha el regalo de la presencia de Dios.
Nuestro Pan Diario
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