Cuando el
sacerdote empezó a leer el evangelio, un perro echado en la puerta del templo
lo miró y lo oyó.
Lo oyó,
pero no lo escuchó. Lo oyó porque los perros oyen muy bien. No lo escuchó,
porque un animal no puede escuchar.
Dentro del
mismo templo, sentada en un banco, había aquel domingo una persona. También
esta persona miró al sacerdote, y también lo oyó leyendo el evangelio.
Pero
tampoco lo escuchó.
El perro no
escuchó porque no puede. Esta persona no escuchó porque no quiso. Libremente
decidió bloquearse a la palabra de Dios, y distraerse pensando en otra cosa.
Finalmente
aquel día, en el mismo templo, había otro tipo de persona. Al igual que el
perro y el primer hombre, esta también miró y oyó al sacerdote. Pero hizo algo
más: escuchó.
El perro no
podía tomar la decisión de escuchar, porque no tiene inteligencia para pensar
ni voluntad para decidir. Sigue sólo sus instintos: no es libre.
Las dos
personas sí eran libres.
Al primero
lo dominó la distracción.
El segundo
logró escuchar.
¿Cuál
considera usted tiene mayor grado de libertad? El mundo donde estamos viviendo
nos está haciendo muy difícil escuchar. Estamos bombardeados de imágenes y de
ruidos, y casi constantemente reaccionamos distraídamente a estímulos externos.
Con razón
hay tantas personas desorientadas, siendo manipuladas desde afuera, sin haber
encontrado algo que dé sentido a su vida y le revele su camino personal hacia
la felicidad. Esas personas necesitan la libertad de escuchar.
*******************
En el
evangelio de este domingo (Marcos 9, 1-9) se oye la voz de Dios haciendo una
declaración: “Este es mi hijo a quien yo quiero”.
Y haciendo
una exhortación: “Escúchenlo”.
Hoy en cada
misa habrá animales oyendo sin poder escuchar, personas dominadas por la
distracción; y otras ejerciendo la libertad de escuchar la palabra de Dios, a
pesar de todas las distracciones que puedan tratar de dominarlos.
El Señor lo
dijo: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.”
(Lucas 11,28) Y en otra parte: “El que escucha mi Palabra y la pone en práctica
es como un hombre inteligente que edificó su casa en la roca” (Mateo 7,24).
Alegrémonos,
amigo. Si usted ha decidido leer este artículo y ha terminado de hacerlo, a
pesar de todas las distracciones que hayan querido desviarlo, es señal de que
también es capaz de escuchar y entender la Palabra de Dios.
Y eso es un
grado de libertad que pocas personas poseen.
La pregunta de hoy
¿Puede cualquier persona ejercer la libertad de
escuchar la palabra de Dios?
La puerta
principal de la Iglesia actual de Belén tiene solamente cuatro pies de altura.
Los niños entran por ella fácilmente. Los adultos... tienen que agacharse.
Sí.
Cualquier persona puede ejercer la suprema libertad de escuchar la Palabra y
decirle sí a Dios. Sólo debe tener la humilde valentía de hacer silencio, y
agacharse.
“Les
aseguro que si no cambian y se hacen como niños, no podrán entrar en el Reino
de los cielos” (Mateo 18,3).
Nota: ¿Ha
descubierto usted al Señor ya presente en su vida en esta Cuaresma?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.