Cuando Jesus hacía referencia del pecado, no era para condenar, sino para instar al arrepentimiento. Por eso es que no tenía problemas con sentarse a comer o a dialogar con pecadores.
Lo advirtio, que él no vino a condenar al mundo sino a salvarlo, y que vino a salvar lo que se había perdido. También advirtió que son los enfermos los que necesitan el médico.
Entonces por qué algunos cristianos han insistido equivocadamente en rechazar a las personas por su pecado, en lugar de invitarlos a acercarse a la casa de Dios para que una vez allí Dios comience a tratar con cada uno, igual que lo hizo con nosotros en su inmenso amor y misericordia.
¿No se fijan ustedes que ese tipo de persona pretende ir por encima de lo que enseñó Jesús?
En un tiempo, la vida de muchos fue un desastre, eran viles pecadores, y sí, se arrepintieron genuinamente y Dios les extendió su amor. Pero de momento, esos a quien Dios mismo restauró, se creen de buenas a primeras con derecho a ajusticiar a los demás. Se les olvida que antes eran como ese que ahora llaman con desprecio, un pecador, y que Dios los levantó de donde se encontraban.
Ahora quieren negarle a otros el regalo que Dios ya les hizo a ellos. Eso se llama egoismo. Actúan con el síndrome de Jonás, que aun siendo un profeta a quien Dios estaba enviando a un pueblo para darle un mensaje de su parte, no quería hacerlo porque repudiaba a esa gente. Los consideraba pecadores, no merecedores del perdón de Dios.
Dios fue bueno cuando en su misericordia perdonó a muchos de esos que hoy día actúan como si tuvieran mayor poder que el Creador para decidir a quién perdonar y a quien no. Eso es lo que hace el legalismo, condenar, en lugar de extender los brazos para recibir al pecador y ayudarlo en su proceso de cambio.
Porque si algo es cierto, es que hay personas en caminos de perdición que no les interesa cambiar y tan pronto se les menciona que están obrando mal o que están en pecado, se sienten los más ofendidos. Pero la Palabra dice bien claro que todos somos pecadores y que el que diga que no lo es, es un mentiroso.
Sin embargo, cuando Dios habla del pecado, y cuando ahora la iglesia expone el pecado, no debe ser para señalar y condenar. Debe ser para invitar a una transformación. Invitar y extender la mano de ayuda. Debe ser para decirle a esa persona, ¿sabes qué?, podrás estar haciendo tal y tal cosa mal, pero yo no voy a condenarte porque no soy quien para hacerlo, y en segundo lugar, porque yo era como tú o estaba peor que tú, pero conocí una mejor vida cuando empecé a relacionarme con Dios.
Te invito a conocer lo que yo he conocido. Tienes un desorden en tu vida, pero quiero ayudarte. Estoy para ayudarte. La decision es tuya. No estoy para juzgarte. Puedo mostrarte que estás en error, en pecado, pero no estoy para imponerte nada. Dios te ofrece una vida nueva. Tú eliges. ¿Quieres seguir en lo mismo, en el mismo fracaso y vida de derrota o quieres intentar algo nuevo, comenzar una nueva vida?
Ahí es que entra el arrepentimiento. Y arrepentimiento implica una nueva manera de pensar, pero también de actuar. Implica un cambio en las cosas que hacías.
No se supone que nadie te lo imponga. Tiene que nacer de tu corazón.
Pero tiene que ser una decisión que tomes, no basado en tus emociones o sentimientos, porque en realidad, si por eso te dejas llevar, no buscarás cambiar. Tienes que tomar una decisión basada en tu propio análisis, y en reconocer que si sigues la vida que llevas no vas a ninguna parte.
Reconocer que estás sin rumbo. Reconocer que hasta ahora lo que has vivido es fracaso y que estás así porque no tienes un propósito en la vida. Estas viviendo por vivir. Pretendes que otros cambien y hasta culpas a otros de lo que te pasa, pero nunca te has sentado a analizar si eres tú quien tiene que cambiar.
Cuando Dios te habla de pecado, no es para rechazarte. Es para dejarte saber lo que esta mal y lo que está bien, con la expectativa de que escojas y desees hacer el bien. Con la expectativa que aceptes su mano, su consejo, y te dejes enseñar y guiar por él.
A la prostituta no le tomó en cuenta su pecado, sino que solo le instó a no pecar más. Y es que cuando Jesús te da una oportunidad, te va a dar también dirección de lo que debes hacer, de lo que debes cambiar y comenzar a hacer diferente. ¿Quieres cambio en tu vida? Pues comienza a cambiar tu manera de pensar y de actuar, comienza a cambiar las relaciones que no te hacen bien, comienza a tomar decisiones correctas.
Cuando Dios te habla de pecado, no es para decirte que eres un fracasado, es para decirte que puedes tener victoria y salir de la vida de derrota si decides aborrecer la vieja vida que llevabas, para anhelar una nueva y mejor vida en Dios.
Cuando te habla de pecado no es para destruirte, al contrario, es para mostrarte que puede reconstruir tu vida. No es para regañarte ni decirte que no puedes, sino para darte la oportunidad de que comiences a vivir una vida bendecida.
Fallamos cuando insistimos solo en señalar el pecado, sin el balance que siempre hizo Jesus de dar espacio para el cambio, para el arrepentimiento, para enmendar. El pecado sí hay que denunciarlo y señalarlo. Pero debemos aclarar y enfatizar que el motivo no debe ser culpar, sino mostrar el perdón que Dios quiere ofrecer y la nueva vida que el Padre te ofrece.
El pecado hay que señalarlo, pero no para desmerecer a la persona, sino para dejarle ver que a Dios no le agrada el pecado, que el pecado te aleja de Dios, pero que puedes acercarte a Dios. No es que el no quiera nada contigo. Al contrario, él quiere mucho contigo y solo te está diciendo, deja de pecar. Pero fijate que te invita a que te acerques. El legalismo te ha enseñado incorrectamente que no puedes acercarte a una iglesia hasta que no cambies. Jesús te enseña que te acerques con confianza al trono de la gracia para que encuentres en él la ayuda para el oportuno socorro.
¿Para qué es que necesitamos esa ayuda y esa gracia? Para que resistamos la tentación y no continuemos pecando. Necesitamos su ayuda porque en nuestra humanidad somos débiles y Dios así lo sabe. Por eso nos ofrece su ayuda. La gracia no es un cheque en blanco para que sigamos pecando. Es un aliento para que pidamos ayuda al Padre y una manera de dejarnos saber de que si nos arrepentimos, no hay condenación para los que aceptan y creen en el Hijo de Dios.
Fijate que incluso te busca, así pecador como eres, y una vez que se acerca es que te dice, no peques más. Y digo que se acerca a ti, porque su voluntad es que nadie se pierda. Él es quien se acerca en cada oportunidad que te envía a alguien para hablarte, en cada oportunidad que escuchas o ves algo que te hace estar consciente de su existencia y su poder.
No espera que dejes de pecar para entonces acercarse a ti. Al contrario; se acerca a ti y te pide que dejes el pecado.
La diferencia ocurre cuando vemos y comprendemos el amor de Dios y su misericordia, que cuando el pecado ya nos está llevando a muerte, el amor de Dios hace acto de presencia evitando que nos apedreen, evitando que el pecado nos mate, evitando que nuestra vida se vaya por el precipicio y apareciendo en nuestra escena diciéndonos, "vete y no peques más".
Aparece no condenándonos sino abriéndonos los brazos a una oportunidad. Tal como hizo con Pablo a pesar de que había perseguido y matado a cristianos. Se le apareció y solo le dio instrucciones que transformarían su vida para siempre. Pero el cambio ocurrió porque Pablo obedeció.
El problema esta cuando aparecen entonces terceros, como el hermano del hijo prodigo, que no desean que el Padre perdone. Ese hermano del hijo prodigo representa a esos cristianos que igualmente un día estaban tan arrastrados y con quienes Dios tuvo misericordia dándoles otra oportunidad, pero ahora resulta que llega alguien nuevo al evangelio, y como llega siendo aún un pecador, comienzan a tratarlo de lejos, como si fuera un leproso. Que memoria tan corta tienen. Y pensar que ellos también estuvieron leprosos.
Dios no hace acepción de personas. Y por eso, así de sucio como puedas estar por los tropiezos y caídas que hayas tenido en el camino de la vida, hoy el Padre se abalanza sobre tu cuello para abrazarte, para vestirte con vestiduras nuevas, ponerte un anillo y hacer una fiesta en tu honor, porque estabas perdido, pero regresaste; estabas 'muerto' en el pecado, pero has regresado a vida.
Por eso concluyo diciendo, que Dios, que Jesús, le da la bienvenida a pecadores para convertirlos en nuevas criaturas, porque él, todo lo hace nuevo.
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