Leer | 1
Reyes 18.1-15 | Piense en la fe y la obediencia como compañeras de viaje que se
dirigen al mismo destino, es decir, agradar y dar gloria al Señor. Usted no
puede tener una sin la otra. Crecen simultáneamente al practicarse, pero se
marchitarán si se descuidan.
Elías era
un hombre con ambas cualidades. Le creía a Dios, y siempre respondía con
obediencia. Cuando el Señor le dijo que se presentara ante el rey Acab, no dejó
que el temor lo detuviera. Había aprendido que el Padre celestial era fiel y
digno de confianza.
El temor
pone trabas a la fe cuando comenzamos a dudar de que el plan de Dios sea
realmente el mejor. Si permitimos que la preocupación gane terreno en nuestra
mente, nos negaremos a hacer lo que diga el Señor. Al rechazar el camino de la
fe y la obediencia estamos en realidad eligiendo la senda de la incredulidad y
el pecado.
A Satanás
le encanta que sintamos temor y desobedezcamos, para que así no recorramos el
camino que Dios ha ideado para nosotros. No podemos creer que el Señor hará
cosas grandes en un aspecto de nuestra vida si estamos permitiendo que haya
pecado en otro. ¿Dónde ha flaqueado usted? ¿Le ha dado terreno al pecado? ¿Está
negándose a obedecer algo que Dios dice en su Palabra?
La fe
grande comienza con pasos pequeños. Si usted decide obedecer la Palabra de
Dios, comenzará un ciclo cada vez mayor de fe y obediencia. No deje que el
temor o el pecado le roben la gran aventura que el Señor ha planificado para su
vida. ¿Quién puede elegir mejor el camino correcto —usted o Dios?
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