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Filipenses 3.10-14 | Para poder perseverar debe . . .
• Aprender la diferencia entre ser un
fracasado, y experimentar un fracaso.
Después de
poner nuestra fe en Cristo como nuestro Salvador somos trasformados, así que
nuestros fracasos del pasado son solo eso —fracasos que pertenecen al pasado.
Los errores que cometamos después deben ser considerados derrotas temporales;
estos fracasos no definen quiénes somos.
El apóstol
Pablo aprendió bien esta lección. No importa cuántas veces fue vituperado,
rechazado o apedreado, no se consideraba un fracasado. Por el contrario,
buscaba fortaleza en el Señor para comprobar que era un pecador perdonado,
enviado a llevar el evangelio a los gentiles (Hch 22.10, 21).
• Aprender que los obstáculos no son señales
de que debamos cambiar de dirección.
Ellos pueden demorar el logro de nuestras
metas, pero no son necesariamente un callejón sin salida. Vea las pruebas como
oportunidades que pueden ayudarle a alcanzar las metas.
En los
momentos de derrota Dios quiere enseñarnos algo que nos ayudará a tener éxito
más tarde. Pablo no interpretaba las adversidades de su vida como indicaciones
para detenerse. Él sabía lo que Dios le estaba llamando a hacer, y por eso se
consagraba a lograrlo.
También
conoció el poder de la perseverancia para transformar su carácter y darle
esperanza (Ro 5.3, 4). Nosotros también somos sostenidos por esa esperanza, aun
en nuestras crisis más grandes.
Por medio
de la obra del Espíritu Santo, el Padre celestial le capacitará para mantener
el rumbo. No se rinda. Acérquese a Dios, y permita que su poder le sostenga.
(En
Contacto)
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