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Ezequiel 34:25-31 | ¿Qué tienen en común los peces, los renacuajos y las
arañas? Todos estos animales han llovido desde el cielo en diferentes partes
del mundo. Sobre la ciudad australiana de Lajamanu, cayeron peces.
Sobre
regiones del centro de Japón, diluviaron renacuajos en varias ocasiones. Sobre
el cerro San Bernardo en Argentina, llovieron arañas. Aunque los científicos
sospechan que el viento tiene mucho que ver con estas lluvias intrigantes,
nadie puede explicarlas por completo.
El profeta
Ezequiel describió un aguacero mucho más extraordinario: una lluvia de
bendiciones (Ezequiel 34:26). Habló de un tiempo en el cual Dios enviaría
bendiciones, como si fuera una lluvia, para renovar a su pueblo. Los israelitas
estarían a salvo de las naciones enemigas, tendrían comida suficiente, y serían
liberados de la esclavitud y la vergüenza (vv. 27-29). Estas dádivas
restaurarían la relación de Israel con Dios. Sabrían que el Señor estaba con
ellos y que «ellos […], la casa de Israel» eran su pueblo (v. 30).
Dios
también bendice a sus seguidores en esta época (Santiago 1:17). Algunas veces,
las bendiciones abundan como la lluvia; otras, gotean de una en una.
Independientemente de que tales bendiciones sean muchas o pocas, todo lo bueno
que recibimos viene con un mensaje de Dios: Veo tus necesidades. Eres
mío y me ocuparé de tus cosas.
Las
bendiciones cotidianas son recordatorios diarios de Dios.
Nuestro Pan
Diario
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