Introducción
Lea
Marcos 5:1-20 | En el pasaje anterior, el Señor mostró su poder
salvando a sus discípulos de las fuerzas físicas de la naturaleza, pero estas
fuerzas físicas no son los únicos poderes del universo potencialmente hostiles
e incontrolables para el hombre. También hay poderes espirituales que buscan la
destrucción del hombre:
(Ef
6:11-12) "Vestíos de toda la armadura de
Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales."
Así
que, el relato nos va a llevar de la descripción del mar embravecido a un
hombre fiero e indomable que estaba poseído por una legión de demonios. Y lo
que nos va a hacer notar, es que el Señor Jesucristo tiene pleno dominio sobre
ambos.
"La región de los gadarenos"
El
evangelista nos dice que la región a la que llegaron era la de los gadarenos.
Gadara era una de las ciudades que formaban "Decápolis"
(literalmente: "diez ciudades") (Mr
5:20). En la antigüedad,
esta región al oriente del mar de Galilea había formado parte del territorio
que Moisés había dado en herencia a la media tribu de Manasés, y de Gad. En los
tiempos de Jesús, aunque había judíos esparcidos por toda la región, en general
se puede decir que era un territorio gentil. Sus ciudades eran esencialmente
griegas: tenían sus dioses griegos, sus templos griegos y sus anfiteatros
griegos; estaban consagradas a la manera griega de vivir. La presencia del hato
de dos mil cerdos que vemos en el pasaje, siendo éste un animal prohibido para
los judíos, nos recuerda que la influencia del paganismo era muy fuerte en esta
región.
"Un hombre con un espíritu
inmundo"
La
noche en el mar había estado cargada de fuertes emociones: recordamos el temor
de los discípulos ante la tempestad y luego ante el Señor cuando calmó el
viento y el mar. Pero las emociones no habían terminado. Cuando llegaron a la
orilla, seguramente ya muy entrada la noche, vino corriendo hacia ellos desde
las tumbas un hombre endemoniado, desnudo, herido y gritando.
En
el Nuevo Testamento vemos frecuentes casos de personas poseídas por demonios, y
no debemos de confundirlos con casos de locura o epilepsia. Un endemoniado es
un ejemplo extremo de lo que las fuerzas satánicas pueden hacer con una
personalidad humana que ha caído bajo su dominio. Por el contrario, la dignidad
más alta que puede experimentar el ser humano es que su cuerpo llegue a ser
templo del Espíritu Santo y sea dirigido por él. En contraste con las fuerzas
satánicas, el Espíritu Santo libera a los hombres del pecado, desarrolla su
personalidad y dignidad e incrementa su dominio propio.
"Nadie podía atarle, ni aun con
cadenas"
El
cuadro que Marcos nos describe es aterrador: un hombre completamente
descontrolado, como un animal salvaje e indómito. Nadie tenía fuerzas para
dominarle, y a pesar de que habían intentado atarle, seguía siendo una amenaza
para la seguridad de la gente en la comarca. Mateo nos dice que la gente eludía
aquellos lugares (Mt
8:28) "nadie podía pasar por aquel
camino". Ofrece un buen ejemplo de la impotencia humana frente al poder de
Satanás.
El
diablo había dado un poder sobrehumano a este hombre: el endemoniado rompía los
grilletes como si fueran un cordel. Muchas personas están fascinadas por tener
un poder espiritual superior al de otras personas, y sin pensarlo dos veces,
creen que cualquier experiencia que les proporcione capacidades
extraordinarias, tiene que ser automáticamente válida y beneficiosa. Pero esto
es falso. Es cierto que los seres espirituales pueden impartir a las personas
poderes asombrosos, pero al final, esos poderes resultarán destructivos para la
personalidad y el dominio propio del hombre. El endemoniado gadareno es un
ejemplo claro de esto. ¿De qué le servía tener tanta fuerza física, si se había
convertido en un ser tan débil espiritualmente?
"Andaba dando voces en los montes y
en los sepulcros"
Esto
nos muestra la profunda angustia, el dolor y tormento interior que aquel hombre
sentía mientras deambulaba por las montañas y las tumbas excavadas en los
costados de los acantilados. Pero también nos recuerda su estado y su final:
vivía entre los muertos.
"Hiriéndose con piedras"
Tal
vez en un esfuerzo por librarse de su tormento interior, este hombre se
golpeaba a sí mismo con piedras. Estaba tan emocionalmente turbado que
presentaba claras tendencias suicidas. Satanás siempre obra para la
autodestrucción de la persona.
"Te conjuro por Dios que no me
atormentes"
Cuando
el endemoniado llegó a la presencia de Jesús, las cosas cambiaron
inmediatamente. Los hombres de la región tenían miedo del endemoniado, pero
éste tenía temor ante Jesús. Los poderes de las tinieblas resultan invencibles
para los hombres, pero no para Jesús.
Vemos
también que el endemoniado estaba preocupado porque Jesús, como Hijo de Dios,
podía precipitar o anticipar su ruina final. Los demonios saben que llegará el
día del juicio, cuando la libertad relativa que ahora gozan se terminará para
siempre y está determinado para ellos su castigo final y terrible.
"¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo
del Dios Altísimo?"
El
endemoniado estaba enterado tanto del nombre humano de Jesús como de su deidad,
aunque éste era, al parecer, su primer encuentro con Cristo. Tal conocimiento
demuestra que no se trataba simplemente de un loco; estaba poseído por poderes
demoníacos que conocían la verdadera identidad de Cristo.
El
endemoniado reconoció inmediatamente la majestad de Cristo, así que su primera
reacción fue de un temor reverencial que le indujo a postrarse ante él. Aquí se
cumple lo que dice (Stg
2:19) "Tú crees que Dios es uno; bien
haces. También los demonios creen, y tiemblan".
"¿Cómo te llamas? Legión me llamo;
porque somos muchos"
Nos
sorprende que en este momento Jesús le preguntó por su nombre. ¿Qué importancia
podía tener saber el nombre de este desdichado? ¿Por qué razón le preguntó
Jesús su nombre? Su respuesta nos da la clave. No contestó dando el nombre que
sus padres le habían puesto en el momento de su nacimiento, sino uno que
describía su estado espiritual actual: "Legión me llamo". Tal vez
quería poner en evidencia ante sus discípulos que no se enfrentaba ante un sólo
demonio, sino ante muchísimos. Pero mucho más probablemente sirvió para que el
endemoniado mostrara el estado en el que se encontraba: había renunciado a
luchar por ser él mismo, por controlar su propia vida.
Los
evangelios nos informan del hecho de que una persona puede estar esclavizada
por más de un demonio al mismo tiempo (Mt
12:45) (Mr
16:9), pero este caso es
singular. ¿Qué nos intenta enseñar?
De
la misma manera que el Imperio Romano había conseguido conquistar Palestina por
medio de sus legiones, este miserable hombre se encontraba totalmente ocupado y
dominado por las fuerzas demoniacas que lo mantenían en una situación de
opresión y muerte. Notamos entonces que el propósito del diablo para con el ser
humano es de tipo militar: conquistar y dominar.
"Y le rogaba mucho que no los
enviase fuera de aquella región"
El
Señor Jesucristo es más poderoso que el diablo y sus legiones: ni una legión de
demonios podría hacer frente a su voz de mando.
¿Por
qué no querían los demonios irse de aquella región? Realmente no lo sabemos,
pero tal vez podemos suponer que la forma de vida de aquellas gentes, junto con
la dureza de sus corazones, los hacía presa fácil para los demonios.
"Envíanos a los cerdos para que
entremos en ellos"
¿Por
qué le pidieron al Señor que los enviase a los cerdos? Tampoco esto lo sabemos
con seguridad, pero tal vez sea porque los demonios necesitan un cuerpo por
medio del cual poder operar. Aunque a parte de este versículo, no leemos en la
Biblia de demonios habitando en animales. Y tampoco en este caso estuvieron
mucho tiempo, porque rápidamente se precipitaron al mar y murieron. Por todo
ello, debemos ser muy prudentes al sacar conclusiones de este hecho.
Lo
que es evidente es que no podían resistir la orden de Cristo, y aun para entrar
en los cerdos necesitaban de su permiso.
El
Señor les permitió que fueran a los cerdos, pero cuando éstos se precipitaron
por el despeñadero y murieron, esto causó una grave pérdida a sus propietarios.
Algunos han cuestionado la actitud del Señor por esto. Pero en este caso, como
en muchos otros, se acusa injustamente al Señor de aquello que realmente hizo
el diablo. Recordemos que el Señor sólo les dio permiso para ir a los cerdos,
él no hizo nada más. Fue Satanás quien destruyó los cerdos.
"Sentado, vestido y en su juicio
cabal"
Una
vez que los demonios salieron del hombre, el cambio fue radical. Ahora estaba
con Jesús "sentado, vestido y en su juicio cabal". Nadie había soñado
con conseguir algo parecido de este hombre. Y es que el poder del Señor
Jesucristo llega allí donde ni el gobierno, ni los asistentes sociales, ni
psiquiatras, ni familia, ni amigos pueden llegar. Nadie antes había conseguido
que este hombre estuviera en paz consigo mismo y con sus semejantes.
Cristo
lo había liberado de los espíritus inmundos y había restaurado su libertad y
dignidad. Ya no era el loco que andaba desnudo gritando noche y día por los
sepulcros e hiriéndose con las piedras. Era un hombre nuevo, y eso, gracias a
Cristo.
"Y tuvieron miedo y ca rogarle que
se fuera de sus contornos"
Es
curioso que la reacción que todo esto provocó en los habitantes de Gadara fue
de temor. ¿De qué tenían miedo? Aparentemente tenían miedo del poder
sobrenatural de Cristo. Su presencia en medio de ellos les inspiraba temor. Así
que decidieron que lo mejor era que Cristo se fuera de allí. ¡Es
incomprensible!
La
presencia de Cristo en medio de ellos era una garantía de que los demonios no
volverían a hacer algo similar con ninguna otra persona. Y además, el ver al
endemoniado en su nueva condición, debería haberles llenado de gozo y admiración
por Cristo.
Pero
aquellos hombres se habían sentido golpeados en donde más les dolía: su dinero.
Como consecuencia de la liberación del endemoniado, ellos habían perdido un
gran hato de cerdos, por lo tanto, no podían sentir alegría por nada de lo
ocurrido. Seguramente por esto le invitaron a irse. No valoraron todo el bien
que Jesús podría haber hecho en la región. ¡Cuántos más endemoniados o enfermos
había todavía allí! Pero parecía que apreciaban muchos más sus posesiones que
las personas. En el conflicto entre los negocios y el bienestar espiritual, los
negocios eran lo primero para ellos, como tan a menudo sucede en la actualidad.
Son un ejemplo terrible de ceguera materialista.
Incontables
multitudes siguen prefiriendo a Cristo lejos de ellos por temor a que su
comunión con él sea causa de alguna pérdida material, social, económica o
personal. Y así, tratando de salvar sus bienes, pierden sus almas.
Es
muy triste, pero es algo que ocurre con mucha frecuencia. Cuando un notorio
pecador se convierte a Cristo y su vida cambia, las personas que le conocían
antes, muchas veces en lugar de convertirse ellas mismas, prefieren alejar a
Cristo de sus vidas, e incluso intentan persuadir a la persona para que él
también deje a Cristo.
Y
el Señor se fue. Aquellas personas no sabían lo que estaban perdiendo. De esto
aprendemos un principio fundamental: El Señor no se queda donde no es
bienvenido. El no obliga a nadie a tener fe en él o a amarle, nunca se impone
por la fuerza.
"Vete a tu casa, a los tuyos"
Pero
cuando el Señor ya se iba en la barca con sus discípulos, el que había estado
endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. La petición era evidencia de
la nueva vida que ahora tenía. Quien ha sido salvado por el Señor, desea estar
con él. Sin embargo, el Señor no se lo permitió, sino que le dijo que se fuera
a su casa, y a los suyos.
Cuando
comenzamos esta historia nos encontramos al endemoniado viviendo solo en los
sepulcros, así que, con esta orden, lo que Cristo deseaba era restaurar a este
hombre social y familiarmente. El hogar debe ser el primer lugar donde el
creyente debe dar evidencias de su nueva vida.
La
verdadera actividad misionera comienza en la casa. No es coherente hacer
grandes esfuerzos a favor de la evangelización de otras partes del mundo
mientras que desatendemos la educación cristiana de nuestros propios hijos, por
ejemplo.
Además,
el Señor le dio una misión: "cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha
hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti". Su misión consistía
en testificar de las grandes cosas que Jesús había hecho con él, precisamente
en la región donde no habían querido admitir la obra personal del Salvador. A
pesar del rechazo de los gadarenos, el Señor en su misericordia, les dejó el
testimonio del hombre sanado. Nadie necesitaba más al Señor que ellos.
"Comenzó a publicar en
Decápolis"
Cuando
Jesús estuvo en Decápolis, este fue un primer contacto con la civilización
griega. Y el hombre que había estado poseído por la legión de demonios y a
quien Cristo salvó fue el primer misionero que el Señor mandó a predicarles.
En
cuanto a la labor que realizó, hay que subrayar que su gozo y gratitud le llevó
mucho más allá de su propia ciudad, extendiendo su actividad misionera por todo
Decápolis. En cierto sentido, podríamos decir que el gadareno pudo hacer lo que
le impidieron a Jesús.
Tres ruegos
Hallamos
aquí tres "ruegos" al Señor, uno de los cuales admitió, desechando
los otros dos.
·
Cuando
el endemoniado se acercó al principio a Jesús, le suplicó que le dejara. Cristo
no atendió esta petición porque el hombre no actuaba con libertad, sino bajo la
poderosa influencia de los demonios.
·
Más
tarde los gadarenos le rogaron que se fuera de sus contornos. Cristo accedió a
irse, ya que esta petición era expresión de su libre voluntad, hecha con los
ojos abiertos y a la plena luz de toda la evidencia. Cristo
respeta la elección de los hombres.
·
Cuando
Jesús se iba, el que había estado endemoniado le rogó que le dejara ir con él.
Cristo no le dejó, puesto que ahora estaba a sus órdenes, pertenecía a su Reino
y por lo tanto estaba a su servicio.
·
Conclusión
Por
supuesto que este endemoniado era un caso extremo, pero con todo, es una
advertencia de lo que significará para los seres humanos perecer bajo el poder
del pecado y Satanás. Y esto será así, a menos que sean liberados por Cristo (Ef 2:2) (Col
1:13).
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