A cada
momento somos probados. No es más que Dios tratando de que nos ganemos Su
confianza para poder delegarnos responsabilidades y Él estar seguro de que lo
haremos conforme a Su propósito. Para ser merecedores de esto necesitamos ser
aprobados, listos para todo lo que nos mande hacer, y sin excusa, habiéndonos
comprometido con Dios no con el hombre. Porque ahí es donde fallamos, cuando no
estamos conscientes de quién es Aquel a quien servimos.
Estamos
acostumbrados a hacer las cosas para que los demás nos vean, donde seamos
vistos. Pero a Dios no Le interesa esto; Él está buscando aquellos a quienes no
les importa lugar ni condición, tan solo que quieran agradarlo.
Por eso,
las pruebas dicen realmente nuestras verdaderas intenciones, y son las que nos
califican o descalifican delante del Señor. Escudriñemos nuestro corazón para conocer
si somos dignos de Su confianza. Si descubrimos que no lo somos, sometamos todo
ego, orgullo, vanidad, arrogancia, prepotencia, que nos lo impide y está
robándonos la bendición.
Fuente: El Versículo
del Día
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