No Dudamos Nada, Creemos Hasta en lo Imposible y Nos Hagarramos del Invisible.
viernes, 23 de enero de 2015
La mujer adúltera
1. La moral del
pasaje fue considerada de dudosa pureza
Agustín de Hipona,
junto con otros autores antiguos, dan cuenta de que este pasaje había sido
quitado de muchas copias del evangelio de Juan porque podía alentar al pecado
de adulterio o servir de excusa para no reconocer su gravedad. Además, la
negativa de Jesús a condenar a la mujer adúltera, les parecía que entraba en
conflicto con la estricta disciplina que el apóstol Pablo había ordenado que
debía observase con ciertos tipos de pecado .
De hecho, las iglesias de las épocas posteriores a los apóstoles establecieron
una severa penitencia antes de que la persona disciplinada fuera readmitida a
la iglesia, y en especial con aquellos casos que tuvieran que ver con el pecado
sexual. En ese contexto, lo que Jesús hizo al perdonar de forma inmediata a la
mujer adúltera entraba en conflicto con lo que ellos practicaban. Seguramente
muchos de ellos se preguntarían cómo podía un pecado sexual ser excusado de
manera tan fácil.
En estas
circunstancias es imposible creer que la mente de algún copista hubiera
inventado un pasaje como el de la mujer adúltera, y mucho más que otros
copistas fueran movidos a introducirlo en las copias que hacían del evangelio
de Juan. Sin embargo, sería muy fácil concebir su supresión, algo que por otra
parte está testimoniado entre otros por Agustín de Hipona.
Más adelante
tendremos ocasión de aclarar que nuestro Señor en ningún momento disimuló o
encubrió el adulterio, o tuvo en poco el séptimo mandamiento.
Ahora bien, para
entender correctamente el pasaje debemos darnos cuenta que lo que el Señor
estaba tratando aquí era con el pecado de una persona que no era creyente, y
cómo podía encontrar la justificación divina. En este sentido, el pecador
arrepentido es admitido a la gracia inmediatamente, sin más demora. Otro caso
diferente es el que tiene que ver con la disciplina dentro de la iglesia de
aquellos que llamándose creyentes persisten en pecar . En una situación así, el apóstol
manda guardar las distancias para que el testimonio de la iglesia no se vea
comprometido.
2. No encaja con el
contexto
Otro argumento
empleado por los que creen que este pasaje no es auténtico tiene que ver con el
hecho de que según su parecer, el relato de la mujer adúltera interrumpe la
fluidez del pensamiento en los capítulos 7 y 8. Sin embargo, si nos fijamos con
atención, veremos que esto no es así. A lo largo de estos dos capítulos vemos
los constantes intentos de los judíos por atrapar a Jesús, y también son
frecuentes las referencias a la ley de Moisés y la forma de juzgar
correctamente de acuerdo a ella. En todo esto la continuidad entre ambos
capítulos es clara.
3. Conclusión
En este estudio
veremos que esta narración tiene todos los indicadores de veracidad histórica y
cuadra perfectamente con el ministerio de Jesús.
Además, muchos de los
expositores que ponen en duda la autenticidad de este pasaje, luego lo comentan
con gran lujo de detalle y no pueden ocultar su admiración por las grandes
verdades que se encuentran en él. De hecho, esta historia, y algunos de los
dichos de Jesús que encontramos en ella, gozan de gran popularidad incluso
entre los incrédulos.
Por nuestra parte,
consideramos este texto como histórico y divinamente inspirado.
"Jesús se fue al monte de los Olivos"
La fiesta de los
tabernáculos había terminado, pero Jesús todavía se quedó en Jerusalén. El
texto nos dice que mientras que los miembros del sanedrín se volvieron a sus
respectivos hogares, el Señor, no teniendo casa, se fue al monte de los Olivos
y allí seguramente pasó la noche. Esta fue su costumbre cuando fue a Jerusalén:
"Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el
monte que se llama de los Olivos" (Lc 21:37). En aquel monte
soportó las angustias del Getsemaní, y fue también allí donde fue arrestado por
la turba conducida por Judas. Desde allí subió al cielo, y allí posará los pies
cuando venga a reinar (Zac 14:4).
Y "por la mañana
volvió al templo". A pesar de la orden de búsqueda y captura que pesaba
sobre él en aquel lugar, no por eso dejó de enseñar al pueblo.
"Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una
mujer sorprendida en adulterio"
Aquel día la enseñanza
de Jesús fue interrumpida por los escribas y los fariseos.
Normalmente los
fariseos y los escribas estaban muy unidos por su interés común en la ley. Los
escribas eran un grupo de profesionales que copiaba los textos a mano y los
analizaba, y por esa razón, en un mundo con un limitado nivel de
alfabetización, su profesión era altamente valorada, y en especial por los
fariseos, que también estaban muy interesados en la ley que ellos copiaban y
estudiaban. De hecho, los escribas normalmente pertenecían a la secta de los
fariseos, aunque no todos los fariseos eran escribas.
Surge entonces la
pregunta de por qué si ambos grupos estaban tan interesados en la ley, por qué
entonces interrumpieron la enseñanza de Jesús en el templo, si lo que él estaba
enseñando era exactamente la ley de Dios. La razón era que estaban airados por
el éxito de Jesús y porque no encontraban la forma de destruirlo.
En el pasaje anterior
ya vimos que habían fracasado en su intento de atraparle por la fuerza, pero
persistían buscando otras formas de hacerlo. Y ahora vamos a ver que intentaron
algo más sutil para desacreditarlo a la vista del pueblo.
Llegaron al templo
llevando con ellos una "mujer que había sido sorprendida en el mismo acto
de adulterio". Podemos imaginar que no usaron de ninguna delicadeza con
ella. Quizá la mujer apenas llevaba ropa y seguramente era traída a empujones o
siendo arrastrada. Cuando llegaron la pusieron en medio de donde Jesús estaba
enseñando, y como si se tratara de un espectáculo público, empezaron a describir
los detalles de su pecado. Parecían estar disfrutando de ese momento.
Es evidente que esta
mujer no despertaba en ellos ninguna compasión o misericordia. En realidad, ya
habían demostrado que las personas tenían poco valor para ellos, en especial
aquellas a las que consideraban pecadoras o que sufrían alguna enfermedad
grave, algo que ellos asociaban directamente con el pecado (Jn 9:1-2). Recordemos la
insensibilidad que demostraron cuando el paralítico de Betesda fue sanado (Jn 5:1-18). Fueron incapaces de
sentir la más mínima alegría por la recuperación milagrosa que había
experimentado.
Y ahora tampoco
tenían ningún reparo en utilizar a la mujer sorprendida en adulterio como
carnaza humana con la que intentar prender a Jesús en alguna palabra con la que
pudieran acusarle.
"En la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices?"
Aunque tenían un
tribunal para juicios, llevaron a la mujer hasta Jesús para obligarle a que la
juzgara. Presentaron el caso y las pruebas esperando la sentencia condenatoria
de Jesús.
Fingiendo un falso
respeto, se dirigieron a Jesús con el título de "Maestro", e hicieron
referencia al mandamiento divino:
(Dt 22:22) "Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer
casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la
mujer también; así quitarás el mal de Israel."
Aunque en ese tiempo
la inmoralidad había llegado a tal punto que esta ley de Moisés había caído en
desuso, sin embargo exigían a Jesús que dictara una sentencia: "En la ley
nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres, tú pues, ¿qué dices?".
Lo que los fariseos y
los escribas buscaban era obligarle a decir algo que pudieran utilizar para
desacreditarlo ante el pueblo o para acusarle ante las autoridades.
En realidad estaban
obligando a Jesús a elegir entre la misericordia y la justicia. Ellos sabían
que Jesús siempre se había caracterizado por su compasión hacia los pecadores.
Era sabido por todos que uno de sus discípulos más íntimos era Leví, uno que
había sido un publicano. Esto llevó a Jesús a ser conocido despectivamente como
el "amigo de publicanos y pecadores" (Mt 11:19). En otra ocasión,
mientras comía en casa de Simón el fariseo, había dejado que una mujer pecadora
de la ciudad ungiera sus pies, y le había asegurado que sus pecados habían sido
perdonados (Lc 7:36-50). Ahora, pues, ellos
esperaban que mostrara hacia la mujer adúltera la misma misericordia que le
había caracterizado durante todo su ministerio público. Pero si lo hacía,
quedaría claro para ellos que no respetaba la ley de Moisés.
El dilema que le
presentaron tenía que ser contestado, puesto que tenía que ver con la esencia
de su ministerio. El evangelista comenzó diciendo que "la gracia y la
verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Jn 1:17). Si condenaba a la
mujer, ¿dónde estaba la gracia? Y si le perdonaba, ¿no era esto en perjuicio de
la verdad y una negación de la ley divina? ¿No decía la ley que Dios no justificaría
al impío (Ex 23:7)? ¿Qué diría Jesús?
Por otro lado, si
condenaba a la mujer e incitaba a los judíos a apedrearla tal como la ley judía
indicaba, esto también le crearía problemas con las autoridades romanas que no
permitía a los judíos ejecutar a nadie (Jn 18:31).
Parecía que los
escribas y fariseos habían preparado su trampa con mucha precisión. Dijera lo
que dijera, ellos tendrían la ocasión de acusarle. Pero ignoraban que aquel a
quien ellos querían atrapar era el mismo Hijo de Dios, aquel "que prende a
los sabios en la astucia de ellos, y frustra los designios de los
perversos" (Job 5:13).
"Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra
con el dedo"
La primera reacción
de Jesús fue la de guardar silencio. En realidad, él ya les había dicho en
otras ocasiones que Dios no había enviado a "su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Jn 3:17). Y un poco más
adelante les aseguró a los judíos que él no juzgaba a nadie (Jn 8:15). Es cierto que un
día juzgará a vivos y muertos, pero ese día todavía no había llegado (Jn 5:27-29).
Mientras el Señor
callaba, hizo algo que ha despertado la curiosidad de muchos: "Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo". Esta es la
única vez en el Nuevo Testamento que se menciona que Jesús escribió algo. ¿Qué
es lo que escribía? Las teorías son muy variadas. Algunos piensan que estaba
escribiendo los pecados de aquellos que habían hecho la acusación, otros creen
que simplemente se inclinó hacia abajo para escribir en la tierra con el fin de
ocultar la ardiente vergüenza y la santa indignación que se mostraron en su
rostro. Pero no hay forma de saber con certeza qué es lo que estaba
escribiendo, así que lo más probable es que simplemente estaba dejando pasar el
tiempo esperando alguna reacción de parte de aquellos judíos.
"El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en
arrojar la piedra contra ella"
Aunque Jesús rehusó
servirles de juez en un caso para el que la ley dejaba clara cuál era la
sentencia, sin embargo, ante la insistencia de sus opositores tomó la
iniciativa y les mostró cómo debería ser llevado a cabo un juicio justo.
1. Es necesaria la
inocencia de los acusadores
De forma magistral,
el Señor cambió la atención de la mujer tirada en el suelo a los acusadores:
"El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra
contra ella".
Los judíos siempre
invocaban la ley pensando en aplicar sus castigos a otros, pero ellos mismos
nunca se colocaban bajo su autoridad, pero el Señor los obligó a que examinaran
su propio corazón.
En realidad, lo que
el Señor pretendía enseñarles es que en materia de juicio, es tan importante la
culpabilidad del acusado como la inocencia de los acusadores. El Señor no negó
la culpabilidad de la mujer, pero ¿estaban ellos libres de pecado? ¿No
respiraban odio contra Jesús y buscaban la forma de matarle (Jn 7:19)?
Es importante notar
que el Señor no dijo que la mujer no hubiese pecado, o que su transgresión
fuera pequeña, lo que hizo fue recordar a sus acusadores que no eran ellos
quienes podían formular cargo alguno contra ella, porque sus móviles no eran
rectos y sus vidas distaban mucho de ser puras.
Pero en contraste con
ellos, el Señor sí que podía juzgar justamente. Poco después les preguntó:
"¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?", pero ninguno pudo
acusarle de nada (Jn 8:46).
2. Se debe juzgar sin
hacer acepción de personas
La ley de Moisés que
ellos habían citado decía que tanto el hombre como la mujer que habían cometido
adulterio debían morir (Lv 20:10) (Dt 22:22). Sin embargo, aunque
habían sorprendido a los dos en el mismo acto de adulterio, sólo habían llevado
a la mujer ante Jesús. ¿Por qué? ¿No era el hombre igualmente culpable? Eran
muy estrictos con la situación de la mujer, pero se mostraban permisivos con el
hombre. ¿No habían cometido los dos el mismo pecado?
Con mucha frecuencia
la sociedad ha aplicado distintos niveles de severidad o tolerancia dependiendo
de quién comete un pecado de carácter sexual. Generalmente, si era el hombre
quien lo cometía, se justificaba o incluso podía ser contado como un motivo de
orgullo, pero si lo hacía una mujer, rápidamente sería acusada de una conducta
sexual impropia. Pero esta doble moral nunca está presente en el juicio de
Dios.
3. En el juicio
divino todas las personas serán juzgadas
Los judíos, y también
todos los hombres, esperan el juicio divino sobre los demás, pero rara vez
sobre ellos mismos. Los escribas y los fariseos se acercaron a Jesús reclamando
el juicio para la mujer sorprendida en adulterio, pero no pensaron que ellos
mismos iban a ser juzgados. Pero si querían hacer juez a Jesús, debían saber
que ellos también serían juzgados.
4. Todos los pecados
serán juzgados
Los fariseos se
sentían a salvo bajo su capa de religiosidad. Creían que el juicio de Dios
vendría sobre los gentiles que no conocían a Dios y sobre los pecadores
notorios como los publicanos y las mujeres pecadoras. Ellos eran de ese tipo de
personas que como no matan, ni roban, ni han violado a ninguna mujer, pensaban
que ya no tendrían que pasar por el juicio de Dios.
Esta suposición se
basa en la falsa idea de que la ley sólo condena los pecados groseros que
avergüenzan a todos los hombres. Pero lo cierto es que la transgresión de
cualquiera de sus mandamientos acarrea el castigo. En este sentido, tan grave
es el homicidio o el adulterio como la codicia.
"Ellos, al oír esto, acusados por su conciencia salían
uno a uno"
Jesús volvió a
inclinarse de nuevo hacia el suelo y siguió escribiendo en tierra. Acababa de
dejarlos a solas con su conciencia y les estaba dando tiempo para que se
examinasen a sí mismos.
Esto nos enseña cuán
grande es el poder de la conciencia. A pesar de que tenían un corazón
endurecido, aun así sintieron dentro de sí la voz acusadora de la conciencia.
Esto es así porque Dios ha dejado su ley escrita en el corazón del hombre (Ro 2:15). Y aunque es cierto
que por sí sola no puede conducirnos a la salvación eterna y que también puede
extraviarse, sin embargo, puede ayudarnos a entender nuestra propia
culpabilidad.
Muy pronto los
escribas y fariseos empezaron a sentirse incómodos y "salían uno a uno
comenzando desde los más viejos hasta los postreros". No soportaron
permanecer por más tiempo con la conciencia al descubierto ante la luz de
Cristo (Jn 3:20). Esto no quiere
decir que llegaran a arrepentirse sinceramente de sus pecados, sino más bien
que tenían la sensación de que Jesús podía leer sus corazones como si fueran un
libro abierto, y esto no les gustaba.
Así pues, aunque
pensaron que su plan para atrapar a Jesús era perfecto, una vez más fueron
ellos mismos quienes quedaron avergonzados y tuvieron que irse (Mt 22:15-22).
"Y quedó sólo Jesús, y la mujer que estaba en
medio"
Una vez que los
acusadores se hubieron ido, quedaron solos Jesús y la mujer. Curiosamente la
mujer no salió corriendo cuando vio marchar a los fariseos y los escribas.
Seguramente quedó temblando ante Jesús esperando saber qué decisión iba a tomar
con ella. A diferencia de los fariseos, Cristo no tenía pecado y, por lo tanto,
estaba en condiciones de arrojar la primera piedra. ¿Qué haría Jesús?
Esta mujer descubrió
entonces que a solas con Jesús hay perdón para los pecadores. Pronto se iba a
dar cuenta de lo que también Dios le dijo a Moisés antes de recibir la ley por
segunda vez y que con tanta frecuencia los fariseos olvidaban:
(Ex 34:6) "Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:
¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande
en misericordia y verdad"
"Jesús le dijo: Ni yo te condeno"
La mujer no presentó
excusa alguna para su pecado, no intentó justificarse comparándose con otros
pecadores peores que ella; de sobra sabía que era culpable. Su conciencia
también había actuado en ella poderosamente, así que Jesús no necesitó
condenarla. Tampoco la avergonzó más, puesto que ya había sufrido bastante en
medio de sus acusadores y de las multitudes allí presentes.
En lugar de esto
Jesús mostró rápidamente su misericordia: "Ni yo te condeno; vete y no
peques más". La mujer entendió inmediatamente lo que significa la gracia
que libera al culpable de la condenación. Para Jesús hasta una mujer malvada
podía ser salvada.
Y así pudo manifestar
claramente cuál era el propósito con el que Jesús había venido a este mundo:
(Jn 3:17) "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar
al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él."
Ahora bien, leyendo
este pasaje algunos han sacado la conclusión de que Jesús no parecía ver la
gravedad del pecado y el daño que esa mujer había hecho a sus semejantes. ¿Qué
pensaría el marido de la mujer adúltera cuando escuchara que Jesús no la había
condenado? ¿Le parecería justa su decisión? Esta es una cuestión fundamental
que debemos tratar.
En cuanto a esto
debemos notar que la misericordia de Dios siempre va ligada con su justicia.
Dios no puede obrar en contra de su propia naturaleza, y él es tanto justo como
misericordioso. Por lo tanto, no debemos suponer que cuando Jesús se mostró
misericordioso con esta mujer lo hizo ignorando la justicia. Y aquí llegamos al
punto fundamental del pasaje: ¿cuánto le costó a Jesús no condenar a la mujer
adúltera? Y aunque este pasaje no lo dice, la respuesta la encontraremos a lo
largo de todo el evangelio: Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo (Jn 1:29), y lo hizo por medio
de su propia muerte en la cruz, allí él mismo llevó nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero . Cuando
consideramos el precio que él pagó por el pecado de esta mujer, y por el
nuestro también, está completamente fuera de lugar decir que Jesús fue
indiferente ante el pecado o que no fuera justo.
Por supuesto, de lo
que se trata en este pasaje es del pecado desde el punto de vista de la
justicia divina. Otro asunto diferente es el relacionado con las consecuencias
que el pecado siempre tiene en las relaciones personales. Y claro está que el
matrimonio de esta mujer tuvo que quedar echo pedazos después de todo lo
ocurrido. En ese caso habría que hablar de un proceso de restauración, que
siempre es mucho más lento e igualmente doloroso, aunque el Señor también lo
puede realizar.
"Vete y no peques más"
Aquí hay otro detalle
por el que podemos ver que Jesús no era indiferente ante el pecado.
Inmediatamente después de que le dijo a la mujer que no la condenaba, le
advirtió que debía abandonar su vida pecaminosa: "Vete y no peques
más". La misericordia no da licencia para el pecado. El perdón gratuito
nunca debe ser interpretado como una invitación para seguir pecando, sino para
todo lo contrario.
También se nos enseña
aquí cuál es la naturaleza del verdadero arrepentimiento. El Señor indicó que
implicaba un cambio de corazón y de conducta. La persona arrepentida deja de
vivir en las tinieblas y comienza a andar en la luz de Cristo:
(Jn 8:12) "Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida."
Abandonar el pecado
es la esencia misma del verdadero arrepentimiento. No vale de nada ante los
ojos de Dios ese arrepentimiento que únicamente consiste en palabras, deseos,
grandes resoluciones del corazón y buenos propósitos. Hasta que una persona no
deja de hacer el mal y abandona sus pecados no puede decirse que se haya
arrepentido verdaderamente.
La realidad del
arrepentimiento de la mujer se vería por su conducta en el futuro. Y notemos
que para el Señor esto era muy importante, puesto que unas palabras similares
le dijo también al paralítico que sanó en el estanque de Betesda: "Mira, has
sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" (Jn 5:14).
Sin embargo, es
imprescindible que nos demos cuenta de que el mandamiento del Señor a la mujer
para que se apartara del pecado vino después de que ya había sido absuelta de
su pecado. Este es el orden correcto: justificación primero y luego
santificación. De hecho, esto no puede ser de otra manera, porque aunque
acudamos al Señor con una arrepentimiento genuino de todos nuestros pecados y
busquemos así la forma de librarnos de ellos, nunca conseguiremos cambiar por
nuestros propios medios. Este cambio efectivo sólo es posible después de haber
sido justificados y regenerados por medio del Espíritu Santo. Antes de eso, por
nuestras propias fuerzas, nunca seremos capaces de un cambio de vida como el
que el Señor espera de nosotros.
Es importante tener
esto claro, porque con frecuencia las religiones plantean este asunto justo al
revés. Los propios fariseos lo hacían así. Para ellos, la persona se tenía que
esforzar en merecer el perdón de Dios por una conducta intachable. Y de hecho,
para una mujer adúltera como esta, nunca le ofrecerían esperanza alguna, lo
mismo que a los publicanos u otros pecadores notorios. Pero Jesús hizo todo lo
contrario: viendo su arrepentimiento, primero les perdonó y luego los cambió.
Así manifestó que él estaba completamente comprometido con los requisitos de la
ley. El propósito de salvar a los pecadores no era otro que capacitarlos para
que cumplieran todas las demandas de la ley.
Jesús trajo una nueva
oportunidad a los pecadores para que puedan empezar una nueva vida a través del
arrepentimiento y el perdón. La culpa ya nunca puede ser motivo para quitar la
esperanza al pecador. ¿Y quién no necesita otra oportunidad?
Conclusión
En este pasaje hemos
considerado varias formas de tratar con el pecado:
1. El pecador ante
otros pecadores
En primer lugar hemos
visto que no hay cosa más terrible para un pecador que caer en manos de otros
pecadores. El pecado ciega a las faltas propias mientras que agudiza los
sentidos para descubrir las de los demás. Y una vez que eso ocurre, el pecado
ajeno es publicado y señalado como imperdonable. En realidad, los pecadores
buscan el pecado en los demás porque piensan que esto les sirve para
justificarse a sí mismos. Se comparan con otros y se sienten satisfechos de no
haber caído tan bajo como ellos. Con frecuencia se sienten como aquel fariseo
que entró a orar en el templo y decía: "Dios, te doy gracias porque no soy
como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano" (Lc 18:11).
Pero pensar de este
modo es una terrible equivocación. Así era como pensaban los fariseos que
llevaron a la mujer adúltera ante Jesús. Ellos se sentían justos cuando se
comparaban con ella, pero pronto descubrieron que el pecado de la mujer no les
ayudaría a ser justificados de los suyos propios. Dios nunca nos juzga
comparándonos con otros pecadores peores que nosotros, sino con su propia ley
divina, santa y perfecta.
2. El pecador ante la
Ley de Dios
Según hemos podido
considerar en este pasaje, la ley tampoco ofrecía ninguna salvación al pecador.
Ante el caso de la mujer adúltera, la sentencia de la ley estaba muy clara:
"Moisés nos mandó apedrear a las tales".
Y no sólo el pecado
de adulterio, sino que la más mínima violación de alguno de sus mandamientos
sería igualmente castigada.
3. El pecador ante la
conciencia
Los fariseos y los
escribas tuvieron que salir de la presencia de Jesús al ser acusados por sus
conciencias. En realidad, la conciencia funciona como una extensión de la ley
que Dios ha puesto en nuestros propios corazones.
Por lo tanto, la
conciencia, al igual que la ley, nos acusa y lo único que puede hacer por
nosotros es indicarnos que necesitamos un Salvador.
4. El pecador frente
a Cristo
Cuando la mujer quedó
solas ante Jesús, descubrió que en él hay misericordia y perdón aun para los
peores pecadores: "Ni yo te condeno". Pero no olvidemos que para
poder decirle estas palabras tan consoladoras, fue necesario que más tarde
Jesús cargara con sus pecados en la cruz.
Copyright
© 2001-2015 (www.escuelabiblica.com). Todos los derechos
reservados - Condiciones
de uso
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.