Billy
Graham, el archiconocido evangelista estadounidense, en su autobiografía
titulada “Tal como soy”, dice tener una pregunta que le hará al Señor en cuanto
llegue al cielo. La pregunta no es sobre ambiguos conceptos teológicos, o sobre
interrogantes científicas irresueltas, más bien es una pregunta personal. Billy
dice que le urge preguntarle a Dios que “por qué él”.
Su asombro
es entendible. Un chico ordinario, nacido en una granja lechera de Charlotte,
Carolina del Norte, tenía pocas probabilidades de evangelizar a cientos de
millones de personas.
Según la
asociación Billy Graham, más de 3.2 millones de personas han aceptado a Jesús a
través de las campañas del campesino convertido en predicador. Ha asesorado
espiritualmente a doce administraciones presidenciales desde Truman hasta
Obama. Su aporte a la evangelización mundial es invaluable.
Desde su
conversión a los 16 años en una campaña de Mordecai Ham hasta hoy, Graham ha
predicado a Jesús ininterrumpidamente. No obstante, afirma no ser merecedor de
dicha tan grande.
Tengo la
impresión de que Billy ya tiene su respuesta, aunque aún vive en su casita de
troncos en las Montañas Blue Ridge en Motreat. Creo que sabe que fue escogido
por la gracia soberana de Dios. El Señor podía usar a cualquiera y eso fue
exactamente lo que hizo con Billy, y lo que ha hecho con cada uno de nosotros.
No todos hemos sido llamados a estar en estadios, o a viajar por el mundo
hablando por la televisión y la radio. Sin embargo, todos los que hemos recibido
a Jesús, hemos sido llamados a una tarea para la que no estamos cualificados y
de la que no somos dignos. Pero el Dios de toda gracia nos escogió, con eso es
suficiente. Militamos en su servició
porque él nos tuvo por fieles poniéndonos en el ministerio (1 Timoteo 1:12).
Tal conocimiento me asombra hasta la consternación y me conduce en forma
indefectible a la adoración.
Hombres y
mujeres llenos de desaciertos son llamados por un Dios santo a representarle en
este mundo. Personas con complejos, con fallos frecuentes, con actitudes
inapropiadas y emociones a veces inestables, engrosan el ejército de un Dios
inmutable, omnipotente, omnisciente y eterno. Que es todo eso sino gracia,
favor inmerecido. No eligió un camafeo de ágata, sardónica u ónice para exhibir
sus dones, si no vasijas de barro ordinarias para colocar sus tesoros. Así es
Dios, un orfebre extraordinario que engasta sus joyas en materiales comunes.
Repase la
historia y verá que llevo razón. José, el hermano pequeño y vanidoso,
convertido en primer ministro de Egipto. Gedeón, el campesino de Manasés
atemorizado, ascendido a juez de Israel. Jeremías, el joven de oratoria
deficiente, convertido en heraldo y profeta. Pedro, el pescador, militando como
apóstol y adalid de la primera iglesia. Marco, el cobarde, siendo útil al ministerio apostólico. Felipe,
el camarero, anunciando a las multitudes el evangelio de Jesucristo. Historias
de gracia, relatos escultóricos de lo que hace Dios con un trozo de mármol en
bruto.
Estoy maravillado ante la obra de gracia del
Señor. Sonrío ante lo inexplicable de su llamamiento. No tenía un gran aval que
presentar, ni condiciones excepcionales para ser llamado, pero fui escogido
para hacer lo que hago y no tengo palabras para agradecer tanta gracia. No
puedo siquiera devolver algo a cambio por lo que he recibido. Dios solo me pide
que aquello que tengo por gracia, lo comparta con gracia (Mateo 10:8). A ello
he dedicado mi vida y eso haré hasta el último aliento.
Autor:
Osmany Cruz Ferrer. Devocional Diario
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.