Leer: Juan
15:1-11
| Mientras esperaba para embarcar en el
Aeropuerto Changi de Singapur, observé a una joven familia: mamá, papá e hijo.
Había mucha gente frente a la puerta de embarque, y buscaban un lugar para
sentarse. De pronto, el niño empezó a cantar en voz alta ¡Al mundo paz, nació
Jesús! Tenía unos seis años; por eso, me llamó la atención que supiera toda la
letra.
Lo que más
me impresionó fue la expresión en la cara del niño: su amplia sonrisa coincidía
con las palabras que entonaba, mientras les proclamaba a todos los que estaban
allí el gozo del Cristo que había venido.
Este gozo
no debe limitarse a un niño entusiasmado ni a la época de Navidad. Uno de los
temas de la última enseñanza de Jesús a sus discípulos la noche antes de su
crucifixión fue el gozo desbordante que produce saber que está presente en
nuestra vida. Les habló de su amor sin igual: que los amaba como el Padre lo
amaba a Él (Juan 15:9). Después de decirles cómo es esa relación eterna,
declaró: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea cumplido» (v. 11).
¡Qué
promesa maravillosa! Por medio de Jesucristo, nuestro corazón puede llenarse de
gozo… ¡el gozo verdadero!
Señor, me
escogiste y redimiste, y me coronaste de amor y compasión. No puedo evitar
rebosar de gozo ante tu gran amor.
Podemos
experimentar el gozo de Cristo
en todas las etapas de
la vida.
(NUESTRO PAN DIARIO)
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