"Vuestro
atavío no sea el externo de peinados ostentosos,
de adornos de oro o de
vestidos lujosos,
sino el
interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu
afable y
apacible, que es de grande estima delante de Dios.
Porque así
también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en
Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara
obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser
hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza." (1 Pedro 3:3-6)
Sensualidad
Según
Wikipedia), es la cualidad de una persona que provoca atracción o reacción en
los sentidos de otra, bien sea deseo sexual, excitación, deseo de hacer el
amor, etc. En general las personas que poseen un fuerte potencial sexual tienen
una sensualidad muy acusada, si bien, en muchos casos ellos mismos no se dan
cuenta, el magnetismo personal que se desprende de estas personas es muy
envolvente y al entrar en contacto con ellas puede sentirse absorbido.
La
sensualidad que se irradia proviene de dos fuentes diferentes; una se encuentra
en el interior y la segunda en el exterior.
El poder
sensual interior proviene de los pensamientos, de la energía sexual, de los
sentimientos y del magnetismo personal, es decir, de la personalidad.
(Según el
diccionario Larousse) Modo de ser o de presentarse una cosa o una persona, que
suscita o invita al placer: la modelo tiene unos labios llenos de sensualidad.
Tendencia al placer. Sinónimos: Hedonismo: Doctrina filosófica que proclama,
como fin supremo de la vida, la consecución del placer. Búsqueda del placer
como norma de vida. Voluptuosidad: Tendencia o gusto por el placer.
Cuando
vemos una chica (o chico) ataviado de manera que, al modo de decir de cierto
escritor del cual ahora no logro recordar el nombre, "… el vestido es el
marco que resalta su rostro, no hay inconvenientes, pero si es el marco de su
cuerpo, entonces está mal. Y está en problemas no solo él, sino que está
poniendo también en dificultades a los que le rodean." Me explico:
Un joven (o
adulto) de cualquier sexo puede, según las leyes humanas que esas y muchas
otras cosas consienten, vestirse de la manera que mejor le plazca. La ley le da
total libertad para hacerlo, solo que su libertad termina en mi nariz (o, para
ser exactos, en la nariz del prójimo) y ella (o él) no debiera tener derecho,
amparado por ley humana alguna, de mostrarme cosas que no quiero ver o que
pueden poner en peligro mi cosmovisión de la vida, que pareciera nada tiene que
ver con la de ella (o de él).
Cuando
alguien exhibe partes de su cuerpo mas allá de lo que admite el pudor de otros,
no está haciendo otra cosa que invadir la privacidad de ese individuo y
conculcar su libertad personal. Visto el caso de que ambos son seres humanos,
las leyes debieran entonces defender por igual los derechos y prerrogativas de
uno y otro en igual manera. Pero, tristemente, no acurre de ese modo. Y es que,
lejos de ser rechazado tal actuar por la sociedad, se ensalza tal actitud
porque a la mayoría les parece que están recibiendo el beneficio de, en forma
gratuita, observar cosas que les placen sin costo alguno. Pocos se detienen a
pensar que, más que eso, lo que están recibiendo es eterna condenación, al ser
llevados a las tentaciones pecaminosas de lascivia, codicia, apetencia y
concupiscencia. Pecado es pecado y no tiene otro nombre.
En su libro
"Remedios Preciosos Contra Las Artimañas Del Diablo" publicado en
1652 en Inglaterra, su autor, Tomás Brooks, nos enumera al menos cinco maneras
acerca de cómo Satanás nos hace "pasable" y "apetecible el
pecado: "… formas de como Satanás procura desviar al creyente hacia el
pecado: Una manera es haciéndolo sumamente atractivo y otra es persuadiendo a
los creyentes de que sus pecados son muy pequeños y sin importancia.
Primero, el diablo engaña a los creyentes haciendo el
pecado algo atractivo, natural y de apariencia normal y aceptable. El pecado
casi siempre se disfraza con esta apariencia. Quizás muchos creyentes se fijen
demasiado en su propia apariencia, su vestido, sus pertenencias, su imagen. El
diablo les dice que esto no es el orgullo, que es algo normal, que "todos
lo hacen". Quizás algunos creyentes son codiciosos y Satanás les susurrará
que es lo justo, que es normal, que consigan y atesoren todo lo que puedan;
todo el mundo lo hace.
Segundo, entre más atractivo que se presenta el pecado,
resulta más peligroso. El veneno más peligroso se encuentra frecuentemente en
las flores más bonitas. A menudo la ropa más costosa es usada para cubrir los
cuerpos más indignos y el cuerpo más perfecto cubre el alma más vil. Del mismo
modo, los nombres más sofisticados y los títulos más elevados son usados para
hablar de los vicios más horribles y de los pecados más abominables.
Tercero, es necesario que veamos el pecado tal como lo
veremos en el día del juicio. Ese día todos verán la verdadera cara del pecado.
Cuando todos los pueblos estén reunidos ante el Gran Juez del universo,
entonces apreciará la pecaminosidad del pecado. En ese momento el pecado será
desenmascarado y será despojado de su atractiva vestimenta; aparecerá más sucio
y más vil que el infierno mismo. Lo que antes parecía hermoso y codiciable se
manifestará feo y repugnante. La biblia describe el pecado comparándolo con
varias cosas: el vómito de un perro, una llaga podrida, la lepra, el estiércol,
la espuma del mar, etc. También compara los pecadores con los puercos que se
revuelcan en el cieno, bestias brutas, animales irracionales (cabras, perros,
bueyes), fieras ondas del mar, estrellas errantes, árboles desarraigados, etc.
Es necesario ver el pecado tal como lo veremos en el día de la muerte. La
conciencia puede estar dormida por largo tiempo, pero en el día de la muerte y
del juicio se despertará y nos mostrará lo dañino y amargo del pecado. Entonces
debemos aprender a ver el pecado no como es presentado por el diablo, sino como
lo veremos en la eternidad.
Cuarto, aún los pecados que parecen más atractivos
provocaron la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Solo podemos valorar el
pecado a la luz de la crucifixión de Cristo. Debemos ver a Cristo en su pasión
y sufrimiento por el pecado: afligido, azotado, herido, molido, angustiado,
sudando grandes gotas de sangre, su cuerpo quebrantado, su sangre derramada, el
Juez del universo condenado, el Señor de vida muerto, su cabeza que llevaba la
corona de gloria, coronada de espinas. Sus oídos que recibían las alabanzas del
cielo, ahora reciben los desprecios y blasfemias de la multitud. La cara más
hermosa que la de los hijos de los hombres ahora es escupida y desfigurada. Las
manos que sostenían el cetro ahora son clavadas en una cruz. Todo esto fue
originado por los pecados que el diablo procura presentar tan atractivos.
Cuando los creyentes vean a Cristo sufriendo y muriendo por el pecado, se dan
cuenta que tan malo es, y le vuelven la espalda y pelean en su contra.
Quinto, otra manera como Satanás seduce a los
creyentes al pecado es decirles que sus pecados son "pecaditos", es
decir que sus pecados son pequeños y sin importancia. Cuando Satanás actúa así,
quiere que los creyentes pasen por alto ciertos pecados y que se acostumbren a
ellos. Quiere que clasifiquen sus propios pecados como pequeños en comparación
con los pecados de los demás. Desea que los creyentes piensen del pecado como
si hubiese pecados grandes y chicos, para que pasen por alto estos
últimos." Fin de la cita.
Leí en una
ocasión que algunos interpretan el pecado original, a la luz del texto de
Génesis 3:7, mostrando la conciencia de la desnudez como evidencia de la
comisión del referido pecado, argumentando interpretaciones antropológicas o
psicoanalíticas de la Biblia y sosteniendo que el pecado de Adán y Eva es una
alegoría al acto del sexo. Se han enumerado cuantiosos rasgos que pudieran
reforzar esta hipótesis, como la naturaleza fálica de la serpiente (órgano
sexual de copulación en el hombre y los mamíferos), el hecho de que los
castigos impuestos a la mujer sean el parto y la sujeción de su deseo carnal al
mandato del marido y el de que, tras el castigo, Adán diera a la mujer el
nombre a Eva "pues era la madre" (3:20).
Eso resulta
de una mala interpretación del texto bíblico original ya que, cuando Dios
decretó la prohibición en Génesis 2:17 Adán estaba solo y continuó así por un
tiempo (hasta 2:23). Pero luego Dios mandó a la pareja a que tuviera
descendencia (1:28). Además, Eva comió primero del fruto y después se lo dio a
Adán (3:6). De ello resulta fácil deducir de esta porción de Génesis, muy
alejado de los que tal cosa plantean, que Dios había dado un mandato al cual el
hombre (no genéricamente, sino concretamente) desobedece, desobediencia
principalmente motivada por la soberbia.
Dios está
pidiendo a la mujer en 1 Pedro 3 que observe una manera de ataviarse casta,
pura, sin mácula y libre de toda impureza (3:2), mostrando un temor (o respeto)
reverencial hacia el esposo, les pide que sean escrupulosamente puras, en
contraste con el carácter bullicioso, ambicioso, tentador y provocador de las
mujeres mundanas. Les manda que se atavíen (adornen) de manera especial, no
haciéndolo exteriormente para ser admiradas, con cosas artificiales como
diademas, brazaletes, anillos y ropas ostentosas, sino interiormente, con
pureza, afabilidad, dulzura, bondad y apacibilidad de corazón, que externamente
solo tengan "… el rubor de la modestia en el rostro en vez de la
pintura" (3:3)
En forma
similar se les habla en 1 Timoteo 2:9-10: "Asimismo que las mujeres se
atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a
mujeres que profesan piedad."
El cristiano,
hombre o mujer, debe cuidar que toda su conducta se corresponda con la fe que
profesa pero, ¡pocos en nuestros días saben cuál es la medida cabal y los
límites de las dos necesidades básicas de la vida: la comida y el vestido! A menos
que la pobreza actúe en nosotros como brida y no nos permita ir más allá de lo
elementalmente necesario, es difícil hallar alguno que no desee ir siempre
"un peldaño más arriba" de lo que realmente es, a la manera de Dios,
justo y perfectamente bueno para nosotros. Siempre miramos más, y con
perturbado placer la mayor parte de las veces, la bajeza de la situación
material del prójimo que la humildad de su mente. Hay también otros que no
están así de limitados económicamente, pero desperdician su tiempo y su plata
en fruslerías y trivialidades. Cuánto más les valiera a las mujeres (y a los
hombres en igual medida) el vestirse con las virtudes del Espíritu Santo de
Dios y no con pacotilla y cosas corruptibles.
Creo que,
en nuestro apasionamiento por la Palabra de Dios, nos hemos desviado un tanto
del asunto que pretendemos abordar. Resulta que la sensualidad no es otra cosa
que el querer mostrar algo que otros no estamos aptos para ver. En el principio
de la creación, se nos dice en el libro de Génesis que el hombre y la mujer
estaban completamente desnudos y no se avergonzaban. Hoy las jóvenes suelen
pasearse tan escasas de ropas como nuestra madre Eva, solo que, luego del
pecado, nuestra mente depravada suele ver las cosas desde una óptica distinta a
la que Dios había concebido y, más que al rostro, cuando una joven tan
ligeramente ataviada se pasea delante de nosotros, solemos fijar nuestra vista
varias decenas de centímetros más abajo. Quizá aquí se encuentre la explicación
al por qué Jehová no podía mostrar su gloria a Moisés ni puede mostrárnosla hoy
a nosotros: porque la perversión nuestra tampoco va a permitir que fijemos
nuestra mirada, precisamente, en el rostro de Dios. Eso pudiera explicar el por
qué no estamos aptos para verle cara a cara, cuando Adán y Eva si podían
hacerlo antes de desobedecer.
Quizá usted
me diga, de manera maliciosamente condescendiente, "bueno, seamos
tolerantes con las chicas y chicos del mundo, que eso de la sensualidad no es
tan dañino como usted lo quiere hacer ver". Permita que le responda que
resulta más dañino aún.
Yo también
pensaba, como ha de pensar el que tal cosa me diga, que sabía el exacto
significado de la palabra tolerancia (quizá el diccionario me jugó una mala
pasada cuando me "convenció" de que no era otra cosa que "el
respeto hacia ideas, creencias o prácticas cuando son diferentes o contrarias a
las propias respetando consiguientemente las normas de los demás y poder lograr
la perfección de las cosas". Pero desde hace algún tiempo he descubierto que
lo que la palabra significaba antes y lo que significa hoy son dos cosas
indiscutiblemente diferentes. Lo que se conoce hoy como tolerancia (o nueva
tolerancia, según los entendidos) es otra cosa. Esa definición que dábamos
antes no es ya lo que tal vocablo significa y promueve, al menos no para la
mayor parte de las personas que la utilizan. Y eso está, sobre todo, más
enraizado entre los jóvenes. Hoy, para ellos significa que mamá y papá acepten
como "normal" que siendo aún unos adolescentes irresponsables (uso el
término "adolescentes", aunque no lo reconozco como genuinamente
bíblico, sino más bien como otro "invento" de la psicología secular),
puedan irse a la cama con el primer chico (o chica) con el que intimen, y a
veces aún sin siquiera intimar, o que puedan "probar" el alcohol, las
drogas, regresar a casa mas allá de las cuatro de la madrugada, ver
pornografía, hacer gamberrismo, etc. y, cuando estén de vuelta, ser unos
cristianos tan "espirituales" como lo eran algunas horas antes, cuando
aún no habían salido del hogar. Tan solo porque papá y mamá debieran entender
que "los tiempos han cambiado y, después de todo, el resto del mundo no
tiene por qué compartir los puntos de vista de ustedes en ese tipo de
cosas". ¡Resulta que son ellos (los padres) y no él (o ella) quienes
debieran entender "algo"!
¿Y dónde
queda el mandato de Efesios 6:4b, en apariencia el único versículo del Nuevo
Testamento que habla de manera específica sobre la crianza de los hijos "…
criadlos en disciplina y amonestación del Señor"? Debiéramos apreciar las
palabras claves del texto citado:
La palabra
disciplina significa corregir, castigar y hasta azotar si es conveniente, a los
hijos cuando transgreden los principios básicos de la educación hogareña (que
me perdonen las instituciones que "protegen" los derechos de los
niños, pero pienso que los hijos de un hogar que han sido criados en un sistema
genuinamente cristiano, es decir, de padres amorosos y responsables, para nada
necesitan de tales instituciones).
Amonestación
no es otra cosa que exhortar, instruir, guiar, capacitar y, en caso necesario,
regañar y reprender a los hijos cuando se equivocan.
Y todo
ello, nunca en otra forma que la del Señor, o sea, a la manera de Dios. Aquí es
donde los padres cristianos, realmente ocupados en sus obligaciones para con
los hijos, se encuentran en una categoría totalmente diferente del resto de los
padres, también "realmente ocupados" en sus negocios, en ganar dinero
y, sobre todo, en "pasarla bien". Esta apelación a ellos (a los
padres cristianos) no es meramente para persuadirlos de criar a sus hijos con
"buena moralidad" o "buenos modales". Tampoco es una
conducta loable por la que habrán de darnos una medalla. Eso (excepto la
medalla, por supuesto), también está incluido. Todos los padres suelen hacer
eso, los padres no cristianos también. Ellos, generalmente, se preocupan porque
sus hijos tengan buenos modales, una buena conducta en general y que eviten el
mal. Ellos también enseñan "casi siempre" a sus hijos a ser honestos,
responsables y muchas otras virtudes, solo que lo hacen a la manera farisaica
del "hagan lo que yo digo, pero no hagan lo que yo hago". Eso es, tan
solo, simple moralidad común y no marca la diferencia entre un padre cristiano
y otro no cristiano. Pero el apóstol no se está refiriendo a esto únicamente.
El dice que los hijos de los creyentes deben ser criados "en disciplina y
amonestación del Señor". Nuestros hijos tienen que ser criados en el
conocimiento del Señor Jesucristo como Salvador y Señor. Esa debe ser siempre
no "una prioridad", sino "la prioridad" en la mente de los
padres cristianos. Esa es la tarea singular a la cual sólo los probados padres
cristianos son llamados. No es tan solo nuestra "tarea suprema", es
también nuestro mayor anhelo y ambición que nuestros hijos conozcan al Señor
Jesucristo como Señor y Salvador.
¿Es esa la
mayor ambición suya para sus hijos? ¿Tiene prioridad el que "lleguen a
conocer a aquel cuyo conocimiento es vida eterna", que lo conozcan como su
Salvador y que lo sigan como su Señor? ¡"En disciplina y amonestación del
Señor"! Estas, pues, son las expresiones que usa el Apóstol. Si queremos
cumplir el mandato dado por Dios a través del, tenemos que detenernos y
considerar lo que debemos hacer. Cuando nos nace un hijo, lo primero que tenemos
que pensar y decir no es cuanto gozo sentimos, sino cuanta conciencia tenemos
de la responsabilidad que se nos viene encima: "Somos guardianes y
custodios de esta alma". ¡Enorme responsabilidad!
En sus
empleos, negocios y profesiones, los hombres son muy conscientes de la
responsabilidad que tienen respecto a las decisiones que han de tomar. Pero,
¿son igualmente conscientes de la responsabilidad infinitamente mayor que
tienen con respecto a sus propios hijos? ¿Les dedican la misma (o más) atención
y tiempo? ¿Sienten en la familia el peso del compromiso tanto (o más que) como
lo sienten en esas otras áreas?
Esa es la
ocupación más grande de nuestra vida, el asunto más grande que jamás tendremos
que encarar y acometer. Aquí es donde los padres de familia cristianos,
ocupados y preocupados en las obligaciones hacia sus hijos, se encuentran en
una categoría totalmente diferente del resto de los padres. ¿Se siente como que
le estoy "sermoneando"? Supongo que esa es la idea… ¿Cree que esto
nada tiene que ver con el tema a que nos estamos refiriendo? Permita que le
diga que se equivoca. ¡Tiene muchísimo que ver con ello! Este es el eje del
asunto que nos ocupa, ¿o es que acaso no lo constata? Queremos llevarlo al
punto de que usted comprenda algo que de otro modo quizá no sepa o pueda
aprehenderse: Ante un posible cuestionamiento de su parte acerca de qué puede
hacer si las cosas están en el mundo como están, que eso no es su culpa y que
usted no dispone de un método eficaz para hacer cambiar tal estado de cosas, le
respondo: ¡Sí, usted sí que lo tiene, porque Dios se lo ha facilitado! Usted es
un padre, un padre cristiano. Usted si puede cambiar al mundo, solo que quizá
no esté suficientemente "entusiasmado" y comprometido con la idea.
Usted puede hacerlo a la manera que Dios espera que lo haga: MARCANDO LA
DIFERENCIA.
La Biblia
(la Santa Palabra de Dios) pone mucho énfasis en la formación de los hijos.
Observe, por ejemplo, Deuteronomio 6. Ahí está Moisés. Ha llegado al final de
su vida y los hijos de Israel pronto entrarán a la Tierra Prometida. Moisés ya
sabe que él no lo hará, pero en ese momento, ¿Qué es lo que hace, de qué se
ocupa? Supongo que yo, si tuviese la oportunidad de saber con cierto margen de
exactitud el momento de mi muerte, trataría de no dejar inconcluso algo que, a
criterio mío, es demasiado importante como para dejarlo a medias antes de
morir. Y eso es lo que hace Moisés, reúne al pueblo de Israel y les recuerda la
Ley de Dios, les dice cómo tendrían que vivir cuando entraran a la tierra que
habían heredado. Y tuvo el cuidado de decirles, entre otras cosas, que tenían
que enseñarles la Ley a sus hijos. Moisés le estaba "dictando
testamento" a su pueblo, a todas las generaciones y no a la que tenía
frente a sí. Les decía que no bastaba tan solo con que ellos mismos conocieran
la ley y la cumplieran, tenían que pasarle su conocimiento a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. Los hijos tenían que aprenderla y nunca olvidarla...Lea
nuevamente, un día de estos que tenga tiempo (sabemos que eso le resulta difícil
a los hombres de nuestros días), Deuteronomio 6, interiorice, sobre todo la
Shema:
"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová
uno es.
Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y
de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón;
y las repetirás a tus hijos, y hablarás de
ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te
levantes.
Y las atarás como una señal en tu mano, y
estarán como frontales entre tus ojos;
y las escribirás en los postes de tu casa, y en
tus puertas." (Deuteronomio 6:4-9)
Antes le
decíamos que Efesios 6:4 era el único versículo del Nuevo Testamento que hacía
referencia a la educación de los hijos. Pero nuestro Dios no es un Dios
mediocre, el nunca deja las cosas incompletas, cuando Él nos dice "…
criadlos en disciplina y amonestación del Señor" nos está indicando que
ya, anteriormente, Él ha dejado bien en claro cuáles son las pautas de la
disciplina y amonestación suyas. Aquí la tiene, en Deuteronomio 6 y también
puede encontrar mucho de ello en Proverbios y otros sitios de la Biblia.
Es muy
interesante observar, en la larga historia de la iglesia cristiana, cómo este
asunto en particular, el del liderazgo del hombre, el ser el principal mentor
en el aprendizaje de los hijos, siempre reaparece y recibe gran notoriedad en
cada periodo de avivamiento y despertar espiritual. Los padres de la reforma
protestante, esos esforzados campeones del ejército de Dios, se preocuparon
ingentemente por tal cuestión, y le dieron mucha importancia a la instrucción
de los niños en cuestiones morales y espirituales. Los puritanos se la dieron
también y los líderes del avivamiento evangélico de hace doscientos años lo
mismo. Se han escrito cientos de libros sobre este tema y diría que se han
predicado millones de sermones sobre él. La aceptación de Jesucristo como Señor
y Salvador de nuestras vidas, no afecta tan solo "ciertas áreas",
sino la totalidad de nuestras vidas. No es simplemente algo individual y personal.
Afecta el matrimonio, afecta la vida de toda la familia, afecta a los hijos,
afecta el hogar, afecta cada aspecto de la vida humana y afecta la humanidad en
general. No hay esperanza de hacer frente a los problemas morales de la
sociedad, excepto en términos del evangelio de Cristo. Quien pretenda hacerlo
por un "atajo" está condenado al fracaso.
Jesucristo
nos dice en el Evangelio según Mateo: "Y cualquiera que haga tropezar a
alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al
cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del
mar.
¡Ay del
mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de
aquel hombre por quien viene el tropiezo!" (Mt.18:6-7)
Aquí Jesús
-considerando la maldad y astucia del Diablo, y unido ello, la debilidad y
depravación del corazón humano- nos dice que Él sabe que siempre habrá lazos y
piedras de tropiezo. Y las permite para desenlaces sabios y santos, para que
mediante ellos queden al descubierto tanto los que son sinceros como los que no
lo son. Él nos dice, innumerables veces, que habrá seductores, tentadores,
perseguidores y malos ejemplos, nos llama a que permanezcamos en guardia,
apartándonos todo lo mas que podamos, de lo que puede envolvernos en el pecado.
Hay que evitar las ocasiones para pecar y, de igual modo, hay que evitar servir
de lazo al prójimo para que sea tentado a hacerlo. Si vivimos según la carne o
sentimos placer de que otros lo hagan o sirvan de instrumento para ello, somos
dignos de muerte, en cambio, si afligimos a través del Espíritu las obras de la
carne, tendremos vida abundante. Él vino al mundo a salvar almas y su juicio
caerá en forma severa sobre los que estorban el perfeccionamiento de otros que
que tienen los ojos puestos en el galardón. ¿Es que acaso osaremos rehusarnos
de atender a los que Él vino a buscar y salvar? Ciertamente, un padre debe
cuidar a cada hijo suyo, pero debe ser particularmente tierno, compasivo,
piadoso con los más pequeños.
¿Y qué son,
sino hijos pequeños, aquellos que, a pesar de haber asumido un compromiso con
Cristo, siguen siendo "… llevados por doquiera de todo viento de doctrina,
por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas
del error" (Efesios 4:14)?
Si
queremos, pues, seguir como estamos llamados "… la verdad en amor",
entonces se impone el crecimiento, se impone que "crezcamos en todo en
aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Efe. 4:15)
¡Qué
lejanos parecen estar aquellos días en que los padres se iban de caza o de pesca
o, simplemente, a nadar o dar un paseo por el bosque, mientras aprovechaban a
cada paso para instruir a sus hijos en cosas nuevas! ¡Cuánto que las madres no
se sientan en el quicio del portal a enseñarles un punto de bordado o tejido a
las chicas!
Hombre,
esposo, padre, si es usted genuina y cabalmente una de esas cosas y no se
conforma con la mediocridad de ser un simple "varón", a usted apelo.
Haga una pausa en su carrera, porque no es otra cosa que una carrera
desenfrenada en lo que hemos convertido nuestro paso por la vida, haga un alto,
tome su coche "del año" si es que lo tiene, apárquelo en el garaje y
salga a caminar un largo trecho… ¡ejercite los músculos de sus pies,
manganzón!... aléjese cuanto pueda de la televisión, la internet y todas las mullidas
cosas que le ofrece ese hogar que, generalmente, ha recibido "por
herencia" y no por esfuerzo propio, siéntese a la sombra de un árbol
perdido, lejos del camino o del bullicio citadino y medite en lo que legará,
"por herencia", a sus hijos.
No lo dude,
si usted tiene el coraje de ponerse en el lugar de ellos, de pensar como ellos
piensan, de amar las cosas que ellos aman, de las que se han visto obligados a
escapar (vaya usted a saber de qué modo) a causa de su desidia, verá que a sus
descendientes le importan "un rábano" las cosas materiales que pueden
heredar de usted, las consideran poco menos que nada, comparadas con lo que
usted les ha negado toda la vida. ¿Acaso piensa que diez minutos del día son
suficientes? ¿Fue eso lo que usted recibió "de papá"? supongo que si
lo fue, aunque ya haya perdido "a papá" hace décadas, todavía se lo
ha de estar echando en cara. Y, si no fue eso lo que recibió, si fue hijo de un
genuino hombre, esposo y padre, ¿se cree con derecho a negarle igual cosa a
su(s) hijo(s)?
Puede
pensar que en este punto de mi plática estoy algo exaltado. Si, por cierto lo
estoy. Y no es para menos, pues le hablo con plena conciencia de causa, porque
soy padre y hubo un tiempo en la vida en que también asumí la actitud que ahora
critico. Pero ya hice un día la parada en "mi carrera de la vida".
Para ser exactos, lo hice tan solo unos instantes después de haber dado el
señorío de mi vida a Cristo Jesús. Y he de confesarle algo que el egoísmo no me
puede hacer callar: ¡Ha sido la bendición más grande que haya recibido de Dios
toda mi familia! No solo yo, o mi esposa, le hablo de mi familia completa.
Incluso de los nietos que han venido a delatar las canas que me esfuerzo en
ocultar ¡vanidad mía!
Dios me ha
concedido el maravilloso y esperado regalo por el que tanto oré y me ha dado
dos hijas hembras. Y, por si fuera poco, dos nietas también hembras. Le muestro
mi gratitud a mi Padre Celestial esmerándome en ser para ellas el tipo de padre
que Él quiere que yo sea: a saber, un padre a la imagen Suya.
Es difícil,
pero enormemente gratificante, cuando se siente que la hija ve en el padre el
modelo de hombre que desea para sí cuando sea adulta y quiera constituir una
familia. También por esa experiencia he pasado y me siento con autoridad para
hablar de ella: mi hija mayor ya se ha casado y "buscó" en el hombre
(observe que no digo "joven") que eligió por esposo algunas "no
sé qué" "cualidades" que dice haber visto en mí. ¿¡Constata
cuánto gozo se pierde, mi hermano!?
¿Quiere
seguir aferrado al egoísmo de negarle a su familia semejante bendición?
Entonces, que Dios tenga misericordia de usted, porque no es, precisamente, un
sendero de flores el trecho que le queda por andar en "su carrera de la
vida".
Autor:
Rogelio E.
Pérez Díaz
Ministerio CRISTIANOS UNIDOS
Fuente: Monografia.com
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