Juan 15.1-4
| Hace algunos años viví en Fruitland, Carolina del Norte. Era una región
manzanera, y varios de mis feligreses eran agricultores. Una vez me detuve a
visitar a uno de ellos, y su esposa me dijo que él estaba en la granja. Fui a
verlo, y lo encontré cortando las ramas de uno de los árboles. Sin pensar, le
dije: “¡Vas a matar a ese árbol!” Él se dio vuelta, y me dijo: “Pastor,
encárguese usted de predicar, y déjeme a mí la poda”.
Este hombre
y yo nos hicimos amigos, y fue él quien me enseñó el porqué de la poda. Para
producir una cosecha abundante de la mejor fruta, tenía que cortar el árbol
como lo hacía. Aunque podía parecer que el árbol iba a morir, era precisamente
de las heridas de donde saldrían nuevos retoños. Nuestras pláticas me ayudaron
a entender por qué el Señor actúa a veces como una operación de poda en la vida
de las personas.
Para
obtener una cosecha abundante de fruto espiritual, nuestro Padre celestial
tiene que quitar todo lo que nos distraiga o desvíe de su servicio. El
procedimiento es a menudo doloroso. Sé que he gritado: “¿Más, Señor?” cuando ha
usado el “hacha” conmigo. Pero el resultado es siempre beneficioso; soy un
mejor y más auténtico reflejo de Jesucristo después que Dios corta de mí un
hábito carnal o una actitud mundana.
Ser amado
por Dios no significa que seremos mimados; su interés principal no es que nos
sintamos cómodos. El agricultor debe podar el manzano para lograr una cosecha
abundante. Igualmente, Dios permite a veces que sintamos dolor para poder
producir mayor crecimiento y más fruto espiritual en nosotros.
Biblia en un año: Génesis 36-38
Fuente: En
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