Chuck Ross,
un escritor de Los Ángeles, se le ocurrió en 1975 hacer un curioso experimento.
Ross envió a cuatro editoriales una porción del libro Pasos (Steps), del
afamado escritor de origen judío, Jerzy Kosinski. La novela de Kosinski había
sido publicada en 1969 y había ganado el National Book Award de ese año.
Para
sorpresa de Ross, el manuscrito fue rechazado por las cuatro editoriales. Unos
años más tarde y persuadido por Kosinski, Ross repitió el experimento. Esta vez
envió el texto completo a catorce editoriales y trece agentes. Nuevamente fue
rechazado por todos, incluso por la editorial Random Hause, quien fuera la que
en 1969 publicara el libro de Kosinski por primera vez. Una historia que hace
que riamos un poco, pero que también tiene una segunda lectura menos hilarante.
El
experimento de Ross nos recuerda que las personas no tienen la última palabra
sobre nuestra vocación o talentos. Que no debemos sobredimensionar la opinión
de otros, y que debemos creer en lo que queremos alcanzar.
David, el
hombre que había sido ungido por Dios para ser rey de Israel. Aquél sobre cuya
cabeza el gran profeta Samuel había derramado el aceite de la unción
autorizando su llamado divino. El que otrora había dado muerte al temerario
gigante Goliat, se encontraba huyendo de un rey que veía en David todo lo
contrario. Dios veía a David como el rey, pero Saúl como un traidor en
potencia.
El Señor lo
veía como una bendición para Israel, pero Saúl como una mala influencia para su
hijo Jonatán y como un soliviantador. El Pueblo consideraba a David un
salvador, Saúl solo veía un usurpador. La ambivalencia de opiniones presionaba
a David hasta el punto de temer por su vida. Pero… ¿qué pensaba David de sí
mismo? Por su conducta inferimos que siempre le creyó a Dios.
Pasaron
doce largos años de huidas y dificultades. Rechazado, desterrado y sin rumbo
fijo. Rodeado de un grupo de hombres de dudosa reputación. Recibiendo
infortunio tras infortunio. Hasta que llegó el día en que todos se dieron
cuenta de lo obvio, de lo que Dios había dicho. David fue reconocido como el
rey que por decreto del Altísimo era. Su reinado de cuarenta años fue llamado
la etapa dorada de Israel. Hoy es recordado como un gran hombre de Dios, capaz
de creer a pesar de la opinión cambiante de los demás.
A Juan le
llamaban endemoniado, mientras que otros le decían, profeta. A veces los que
gritan más eufóricamente “¡Hosanna!”, pueden días más tarde gruñir a toda voz,
“¡que le crucifiquen!” Se trata de
seguir adelante, de reírse de la adversidad y desoír las opiniones vacilantes.
“Cuando vayan mal las cosas/ como a veces suelen ir,/ cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir./ Cuando tengas poco haber/ pero mucho que pagar y
precises sonreír/ aun teniendo que llorar,/ cuando el dolor te agobie/ y no
puedas ya sufrir,/ descansar acaso debas,/ pero nunca desistir” (Rudyard
Kipling).
No sucumba ante la
virulenta desaprobación de los demás, ni de saltos de alegría ante el efímero
elogio. Haga lo que por vocación santa ha sido llamado a hacer. No deje que le
distraigan los aplausos, ni que le entristezcan las contradicciones. No se
preocupe por los que están a su alrededor, sino por el que mira desde lo alto.
Solo persista, persista, persista.
Autor:
Osmany Cruz Ferrer
Escrito
para Devocional Diario
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