Filipenses
2.7-9 | Biblia en un año: Números 11-13 | Cuando se trata de servir en la
iglesia, las personas rara vez piden cargos donde pasarán desapercibidos.
Generalmente, piden que los involucren en posiciones de liderazgo. No tiene
nada de malo presidir un comité, pero Dios nos llama a tener el corazón de un
siervo: desea que nuestra motivación sea glorificarlo.
A lo largo
de los años, he tenido muchas conversaciones con jóvenes que estudian teología.
Innumerables veces me han expresado el deseo de estar al frente de una iglesia
grande. Y quienes son llamados por una congregación pequeña luchan con
frecuencia con el sentimiento de que no son importantes.
Mi palabra
de ánimo para ellos es la siguiente: Dios nos pone donde Él quiere que sirvamos
pues nos ama; y en cada tarea que realicemos debemos darnos por completo, ya
sea una sola persona o una multitud la que nos escuche. En última instancia
servimos a Jesús, y a Él no le preocupa el reconocimiento que recibamos. Él
desea nuestra obediencia y nuestro mejor esfuerzo. Y esto es cierto no solo
para los pastores, sino también para todos los creyentes.
Son muchas
las razones por las que el Señor nos llama a servir. Primero, nos libra de la
soberbia y la egolatría para que nos enfoquemos en Él. Segundo, proclamamos
nuestro amor a Cristo por medio de nuestro interés por los demás. Tercero, Dios
prueba y purifica nuestros corazones por medio del servicio.
¿Cómo
define usted el éxito? Una respuesta común es “el logro de objetivos
predeterminados”. Pero la definición de la Biblia es diferente. El Señor desea
que descubramos su plan, le obedezcamos y lleguemos a ser todo lo que Él se ha
propuesto que seamos.
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