2 Corintios 3.1-6 | El sentimiento de
incompetencia puede ser un obstáculo para realizar la voluntad del Señor, ya
que puede impedirnos actuar con fe para cumplir lo que Dios nos llame a hacer.
No es pecado sentirse incompetente, pero sí lo es ser desobediente al no tratar
de vencer tal sentimiento. En cambio, una respuesta correcta a las deficiencias
puede convertir a la incompetencia en una bendición.
Aun el apóstol Pablo se sintió
incompetente, pero no permitió que sus sentimientos le impidieran compartir el
evangelio (1 Ti 1.15, 16). En vez de eso, dejó que el reconocimiento de sus
limitaciones lo acercara más a Dios. Para los creyentes, la reacción correcta
debe incluir más oración y más meditación bíblica que ayude a que la confianza
en el Señor se fortalezca. Cuando nos liberamos de la carga de confiar en
nuestras propias fuerzas, nos sentimos motivados a trabajar mediante el poder
del Espíritu Santo.
El Espíritu de Dios nos capacita para
alcanzar todo lo que estemos llamados a hacer. Los discípulos siguieron a Jesús
durante años, pero sus instrucciones finales no dejaron dudas en cuanto a sus
limitaciones. Les dijo: Vayan y hablen al mundo de mí después que hayan
recibido el poder del Espíritu (Hch 1.4-8). Los discípulos de Cristo eran,
también, incompetentes.
Pero nuestra incompetencia permite a Dios
demostrar las grandes cosas que puede hacer con tan poco. Recordemos que Moisés
y David eran simples pastores, y Gedeón el menor entre los hombres de Israel
(Jue 6.15), pero el Señor hizo hazañas asombrosas por medio de ellos.
Nuestra incompetencia puede ser una
bendición, pues puede llevarnos a tener una relación más sólida con Dios (2 Co
12.9).
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