Leer: Job 38:1-18 | La Biblia en un año:
Deuteronomio 3–4 Marcos 10:32-52 | El rey Canuto era uno de los hombres más
poderosos de la Tierra en el siglo xi. Según la historia, ordenó que pusieran
su silla a la orilla del mar mientras subía la marea. «Estás sujeto a mí —le
dijo al mar—. Te ordeno que no cubras mi tierra, ni mojes la ropa ni las
piernas de tu amo». Sin embargo, la marea siguió subiendo y le mojó los pies.
Esta historia suele relatarse para hablar
del orgullo de Canuto. Pero, en realidad, se trata de la humildad. «Que el
mundo entero sepa que el poder de los reyes no existe —agregó Canuto—, excepto
el de Aquel cuya voluntad obedecen el cielo, la tierra y el mar». ¿La
moraleja?: Dios es el único todopoderoso.
Job descubrió lo mismo. Todos somos
pequeños comparados con Aquel que fundó la Tierra (Job 38:4-7), que manda que
la noche termine y el día comience (vv. 12-13), que almacena la nieve y dirige
las estrellas (vv. 22, 31-33). Hay un solo Rey de las olas, y no somos nosotros
(v. 11; Mateo 8:23-27).
Es bueno recrear esta historia cuando uno
empieza a jactarse de su propia inteligencia y capacidades. Vayamos a una playa
y digámosle a la marea que se detenga, o tratemos de ordenarle al sol que no
salga. De inmediato, recordaremos quién es el verdaderamente supremo y le
daremos gracias por gobernar nuestras vidas.
Señor,
me postro ante ti con humildad.
Dios es
grande, nosotros somos pequeños,
y eso es bueno.
NUESTRO PAN DIARIO
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