Leer: Salmo
36:5-12 | La Biblia en un año: Marcos 11:1-18 | En nuestro jardín, tenemos un
comedero para aves, y nos encanta ver cuando los pajarillos se acercan y beben
del agua dulce. Sin embargo, hace poco, hicimos un viaje breve y olvidamos
reponer el alimento y el agua. Cuando volvimos, estaba totalmente seco. ¡Pobres
aves! —pensé—. Por mi mala memoria, se quedaron sin comida. Pero luego, recordé
que no soy yo quien las alimenta: es Dios.
A veces,
nos parece que las demandas de la vida nos han dejado sin fuerzas y que no hay
nadie que las reponga. Pero no son las otras personas quienes alimentan nuestra
alma, sino Dios.
En el Salmo
36, leemos sobre la bondad del Señor, y allí se describe a los que depositan su
confianza en Él y son abundantemente satisfechos. Dios les da de beber «del
torrente de sus delicias» (v. 8), porque ¡Él es la fuente de vida!
Podemos
acudir al Señor día tras día para que supla nuestras necesidades. Como escribió
Charles Spurgeon: «La fuente de mi fe y todas mis gracias; la fuente de mi vida
y todos mis placeres; la fuente de mi actividad y todas sus virtudes; la fuente
de mi esperanza y todas sus expectativas celestiales; todo yace en ti, Señor
mío».
Que su
provisión abundante nos llene, ya que su fuente nunca se secará.
Señor, me acerco a ti confiando en que
suplirás todas mis necesidades.
NUESTRO PAN
DIARIO
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