Mateo 14.22-32 | El Señor quiere hacer
mucho más en la vida de nosotros, de lo que la mayoría estamos dispuestos a
permitirle. Creemos que Él puede hacer grandes cosas, pero el problema es que
no estamos seguros de si actuará a nuestro favor. Por eso, dudamos en confiar
del todo en Dios para tener respuestas específicas a nuestra situación
personal.
Vacilar entre la fe y la duda, como una
barca en una tormenta, sirve para enfermar y cansar al creyente. Si deseamos
calmar el mar de la fe, debemos primero decidir actuar por obediencia, en vez
de tomar decisiones según lo que sentimos o vemos. Pedro caminó sobre el agua
porque decidió actuar por fe en vez de por la razón. Como creyentes, no
llegaremos a ser firmes en nuestra fe hasta que reconozcamos que creerle a Dios
es una decisión.
La segunda acción de un creyente fiel es
centrar su atención en Dios. Cuando vemos nuestras circunstancias, nos
limitamos a la visión reducida de nuestra situación. Mientras Pedro estuvo
mirando a Jesús, sus pies se mantuvieron sobre la superficie del agua, pero en
el momento que miró hacia las olas azotadas por el viento, comenzó a hundirse.
Finalmente, debemos mantenernos enfocados
en el Señor, con su Palabra en nuestra mente. No podemos confiar en nuestra
vista, razón o conocimiento como guías en una tormenta de dudas. Pero sí
podemos depender de la Palabra de Dios.
Decida creer en que el Señor le ayudará.
Luego, centre su atención en Él, y aférrese a las promesas de la Biblia que se
apliquen a su situación. Si estas tres acciones se convierten siempre en parte
de su vida, dejará de vacilar. El Padre celestial honrará su fe firme.
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