Como el
enemigo de nuestras almas, la carne pide ser oída. Siempre insiste que está
bien calmar nuestros deseos de vez en cuando, que todo lo que necesitamos es un
amigo que esté de acuerdo con nosotros, y Dios bendecirá nuestras decisiones.
El Señor
nos provee otra promesa grande y preciosa aquí. La Escritura dice que el
Espíritu lucha dentro de nosotros contra todo lo que es de la carne: “Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne;
y éstos se oponen entre sí” (Gálatas 5:17). Pablo está diciendo que la batalla
contra la carne no es nuestra lucha. Solamente el Espíritu Santo puede
mortificar nuestra carne.
La voz del
Espíritu Santo te instará a llevar su palabra a la oración y a confirmarla
también en la palabra de Dios. Hemos recibido todas estas promesas de
protección, para todas y cada una de las situaciones, y están disponibles en
cada conflicto que surja, no importa cuán grande o pequeño.
Siempre que
la carne o el diablo vienen como una inundación, el Espíritu Santo es siempre
fiel en levantarse y demoler el ataque, si confiamos en él.
Hoy, una
generación entera de cristianos está haciendo decisiones sin consultar al
Espíritu Santo. Muchos creyentes están actuando a causa del miedo o la
desesperación, sin fe en las promesas de Dios. Ellos simplemente deciden lo que
van a hacer por sí mismos, basado en lo que piensan que es mejor.
¿Cuál es el
resultado para esos creyentes? ¿Qué pasa cuando los siervos de Dios operan
fuera del gobierno absoluto del Espíritu Santo—cuando idean sus propios planes,
rehusando someterse a la guía y dirección del Espíritu Santo? Arman un revuelo
espiritual, y no traen descanso sino pena, dolor y confusión.
Ha habido
muchas veces cuando no he escuchado la voz del Espíritu. Es más, puedo escribir
un libro de todas las veces que corrí a hacer mis propios asuntos, siguiendo mi
propia dirección, y las cosas salieron terriblemente mal.
Con los
años he aprendido a escuchar la voz quieta y apacible del Espíritu Santo, y he
determinado a decir “sí y amén” a Su gobierno absoluto en mi vida. Sé que me
guiará en toda la verdad, que me dirigirá, y que me mostrará cosas por venir.
Sí, puedo testificar que tal vida es posible. Y, tal como Él me enseñó, solo
digo sí.
¿Y tú lo harás?
Posted by World Challenge
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