Leer Hechos
2.1-14 | Biblia en un año: Deuteronomio 26-28 | Al ser llamado por el Señor a
una vida de discipulado y servicio, Pedro dejó su profesión de pescador para
convertirse en el líder de la iglesia en Jerusalén. Podemos aprender mucho de
la transformación que experimentó por sus logros y sus fracasos.
Pedro fue
el primero que reconoció públicamente que Jesús era el Mesías. Cuando el Señor
preguntó a los discípulos quién creían ellos que era, Pedro dijo: “Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). Al confesar resueltamente su fe
delante de los demás, no se cohibió por temor a lo que pudieran pensar.
Igualmente, la base de nuestra identidad, tanto en público como en privado,
tiene que ser que somos seguidores de Cristo. Nuestras palabras y acciones
deben proclamar que le pertenecemos a Él.
Después del
arresto de Jesús, la fe de Pedro flaqueó. Cuando lo desafiaron a decir si había
estado con Jesús, lo negó. Tal como lo había profetizado el Señor, el apóstol
negó tres veces su relación con Él. ¡Qué lágrimas tan amargas las del discípulo
por su acción! (Mt 26.69-75).
Después de
su resurrección, Jesús perdonó a Pedro, y luego lo llamó a amar a las “ovejas
perdidas” del mundo (Jn 21.15-17). En Pentecostés, después de ser lleno del
Espíritu Santo, Pedro comenzó su ministerio anunciando el evangelio a miles de
personas (Hch 2.6-11, 41). Por medio del poder de Dios, muchos fueron salvos.
Pedro es un
buen ejemplo de la clase de persona que nuestro Padre celestial puede utilizar:
a alguien con fortalezas y debilidades, que aprende de sus errores y que es obediente
a los propósitos del Señor. ¿Está usted resuelto a seguir el plan de Dios para
su vida?
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