Hay
momentos en la vida en los que por alguna razón sentimos que no obtenemos las
respuestas que necesitamos. Esa clase de momentos en los que quisiéramos
instantáneamente la solución a las peticiones de nuestro corazón, pero lejos de
ver respuestas, solo notamos un silencio perturbador.
Y es que a
veces nos afanamos tanto en las cosas que nos ocurren que perdemos el camino
por el que deberíamos andar. Sin darnos cuenta vamos perdiendo aquella comunión
que un día tuvimos con Dios, vamos dejando de orar, vamos dejando de leer la
Biblia y dejamos que lo humano gobierne sobre lo espiritual en nuestra vida.
La Biblia
nos enseña que al deleitarnos en Dios podemos obtener las respuestas que
necesitamos:
“Deléitate asimismo en
Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.”
Salmos 37:4
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Y es que
deleitarnos en Dios es la clave para nuestra vida. Cuando nos deleitamos en
Dios nos olvidamos de los problemas. Cuando nos deleitamos en Dios nos
concentramos totalmente en Él. Cuando nos deleitamos en Dios nuestra fe se
fortalece y crece. Y es que deleitarse en Dios es la mejor medicina para
nuestra alma, la mejor medicina para nuestra vida espiritual.
La pregunta
que hoy te quiero hacer es: ¿En qué momento dejaste de deleitarte en Dios?, y
es que cuando te dejas de deleitar en Dios comienza a surgir el temor a lo por
venir, comienza el miedo a hacerte su presa, la desconfianza, la perturbación,
el afán, la ansiedad y todos aquellos sentimientos negativos gobiernan tu ser
cuando dejas de deleitarte en Dios.
Es hora de
volvernos a la presencia del Señor, es hora de comenzar a deleitarnos
nuevamente en Dios, no dejemos que los problemas de la vida nos roben la
oportunidad diaria que tenemos de deleitarnos en Dios cualquiera que sea nuestro
estado. Y es que puedes estar pasando por una enfermedad terrible, sin embargo
puedes seguirte deleitando en Dios, puedes estar pasando la escases más dura
que te haya tocado vivir y sin embargo puedes seguirte deleitando en el Señor,
puedes tener el problema más grande que te haya tocado experimentar, pero eso
no implica que no puedas deleitarte en Dios.
Cuando nos
deleitamos en la presencia del Señor todo nuestro panorama cambia, aquel camino
que antes veíamos difícil de transitar se convierte en un camino más
transitable, puesto que entendemos que el Señor va delante de nosotros.
Deleitarse en el Señor es sinónimo de paz, de confianza y de fe.
Por un
momento deja de pensar ese es problema que te abate, cierra tus ojos, levanta
tus manos y disfruta la presencia Santa de Dios sobre tu vida. Cuando te
dispones a buscar a Dios con todo tu ser algo hermoso ocurre, Dios se
manifiesta en tu vida de una forma especial, renueva tus fuerzas, pero sobre
todo te da la fe que necesitas para enfrentar cualquier situación.
¡Deléitate en Dios este y todos los días!
Por Enrique Monterroza
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