Lucas
12.15-21 | El pasaje de hoy habla de un hombre rico que hizo un mal uso de sus
días. Al creer equivocadamente que su vida duraría muchos años, no solo dejó a
Dios fuera de sus planes, sino que permitió que el materialismo guiara su vida.
El apóstol
Pablo, en cambio, sabía que su tiempo era corto, pero le sacó el máximo
provecho a la vida que Dios le dio en la Tierra. Para empezar, su prioridad fue
darse a los demás hasta sus últimos días. Sus cartas desde la cárcel así lo
ilustran; a pesar de saber que pronto enfrentaría la muerte, Pablo dedicó su
tiempo y energías a instruir a sus hermanos creyentes y a orar por ellos.
Pablo
reconocía también el valor de dedicar tiempo para animar a los cristianos a
hacerlo todo como para el Señor (Col 3.23). Esto es importante, aunque lo que
uno haga no parezca tener relación con la iglesia. El trabajo de Dios no lo
hacen solo los pastores y los misioneros; Él llama a todos sus hijos a
diferentes campos y tareas.
El apóstol
sabía también que la vida cristiana implica luchas. Y era realista al reconocer
sus propias imperfecciones (Ro 7.5-25). Esto significaba que, para hacer el
mejor uso de su tiempo, tenía que perseverar, mantener su fe en las promesas de
Dios y confiar en el poder divino para alcanzar la victoria. Por eso, Pablo pudo
decir al final de su vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe” (2 Ti 4.7).
La vida es
un regalo. Cada uno de nosotros tiene un número limitado de días en esta
tierra. ¿Cómo va usted a utilizar su tiempo para poder decir confiadamente,
como Pablo, que terminó bien?
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