1 Pedro
1.1-7 | Pedro escribió la primera de sus dos epístolas para alentar a los
cristianos que estaban sufriendo persecución. El discípulo pensó que la manera
de comenzar la carta era recordando a los creyentes lo que somos en el Señor.
Los
creyentes somos escogidos en Cristo. No es que el Señor elija a algunas
personas para que entren al cielo, y a otras para que vayan al infierno. Antes
bien, la buena nueva de Cristo es para todos (Jn 3.16; Ro 1.20). Los
“escogidos” son aquellos que reciben al Salvador voluntariamente. La conclusión
es que Dios le quiere a usted. Él le escogió (2 P 3.9).
Los
creyentes son recipientes de misericordia. Nadie puede decir que sus buenas
obras le ganaron un lugar en el cielo. Somos salvos por la misericordia de
Cristo (Tit 3.5). Dios nos amó tanto que creó un modo para que podamos estar en
relación con Él ahora y siempre.
Los
creyentes son personas protegidas. El Salmo 34.7 dice: “El ángel de Jehová
acampa alrededor de los que le temen”. Estamos tan bien protegidos, que la
única manera de que nuestra vida pueda ser tocada por la adversidad es si Dios
lo permite. Eso no significa que no experimentaremos pérdidas ni conflictos. A
veces, Dios permite que sus hijos anden en valles de oscuridad, pero al igual
que el pastor que siempre protege a su rebaño, Él permanece al lado de nosotros
(Sal 23.4).
El mensaje
de la epístola de Pedro es sencillo: no tema cuando atraviese tiempos
difíciles. Enfóquese en quien es usted en Jesucristo. Tiene razones para ser
osado, confiado y triunfante, porque es un hijo de Dios escogido, amado y bien
protegido.
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