Leer:
Jonás 3:10–4:11 | La Biblia en un año: Apocalipsis 10 | En 1950, cuando empezó
la guerra en Corea del Sur, Kim Chin-Kyung, de 15 años, se alistó en el
ejército para defender su tierra natal. Sin embargo, no tardó en darse cuenta
de que no estaba preparado para los horrores del combate. Mientras sus amigos
morían a su alrededor, le rogó a Dios que lo protegiera y prometió que, si le
permitía seguir con vida, aprendería a amar a sus enemigos.
Sesenta
y cinco años después, el Dr. Kim reflexionaba sobre esa oración respondida. A
lo largo de décadas de ocuparse de los huérfanos y colaborar en la educación de
jóvenes chinos y norcoreanos, se hizo amigo de muchos que antes consideraba
enemigos. Actualmente, rechaza las calificaciones políticas y se autodenomina
un amador, como una manera de expresar su fe en Jesús.
El
profeta Jonás dejó un legado diferente. Ni siquiera zafarse del vientre de un
gran pez transformó su corazón, y aunque finalmente obedeció a Dios, dijo que
prefería morir antes que ver que el Señor tuviera misericordia de sus enemigos
(Jonás 4:1-2, 8).
¿Cuál
es nuestra actitud? ¿Sentiremos lo mismo que Jonás por aquellos que odiamos o
le pediremos a Dios que nos ayude a amar a nuestros enemigos como Él lo ha
hecho con nosotros?
Señor, soy propenso a
amar solamente a quienes me aman.
Dame la gracia para
amar como lo hacía Jesús.
El amor lo vence todo.
NUESTRO
PAN DIARIO
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