Isaías 52.7; Romanos 10.15 | ¿Cuándo fue la
última vez que usted asistió a un estudio bíblico acerca del tema de los pies?
Es muy probable que nunca haya tenido un estudio bíblico de este tipo. De
hecho, podría incluso tener escrúpulos ante la idea de enfocarse en los pies.
Pero el apóstol Pablo no evitó el tema.
Hizo de los pies un punto focal de uno de sus mensajes más poderosos: la
reflexión que hace en Efesios 6.10-18 acerca de la armadura de Dios.
En Efesios 6.11-14, Pablo declara que el
propósito de la armadura espiritual —el valor de ponerse cada pieza— está en su
capacidad de ayudarnos a estar firmes ante las asechanzas del diablo. Y, por
supuesto, la armadura estaría incompleta sin el calzado, que Pablo identificó
como “el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6.15). Es obvio que él sabía
que los cristianos necesitaríamos estar sobre un cimiento sólido cuando
peleáramos una guerra espiritual.
El calzado del soldado romano tenía una
característica, que es pasada por alto a menudo: un largo clavo en el tacón del
zapato. Su propósito era permitir al guerrero plantar sus pies firmemente en el
terreno cuando se acercaba un enemigo. Con los pies asegurados de esta manera,
el soldado tenía una ventaja evidente: sería capaz de mantenerse firme. Esta
parte de su uniforme le permitía mantenerse en pie cuando enfrentaba el
peligro.
Eso es precisamente lo que el Padre
celestial quiere para cada uno de sus hijos: la capacidad de mantenernos firmes
frente a los problemas. Pero esto solo es posible si plantamos nuestros pies
sobre una base firme, el cimiento de la fe en Jesucristo. ¿Está bien cimentada
su fe?
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