Romanos 5.1-5 | Cristo no sólo es el
fundamento de la verdadera esperanza; Él es también el restaurador de las
esperanzas perdidas. Si no estamos alertas para conservar nuestra perspectiva,
muchas situaciones podrán hacernos perder el optimismo y la confianza. Los
preceptos bíblicos son la mejor defensa contra el desánimo.
Las circunstancias difíciles pueden causar
desesperanza y despojar a la vida de su significado, pero Romanos 5.1-5 nos
dice que Dios tiene una perspectiva muy diferente en cuanto al valor de las
pruebas. Anhelamos que nuestro Padre celestial arregle el problema o nos alivie
el sufrimiento, pero Él tiene un propósito eterno en mente. Su propósito en las
pruebas es purificar nuestro carácter para despertar en nosotros esperanza, no
frustraciones.
El fracaso es otro ladrón de la esperanza.
A veces, nos desanimamos porque no podemos lograr lo que anhelamos. Pero esto
puede ser evidencia de que hemos confiado en nuestros planes y habilidades, no
en el Señor. Recuerde que “nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co 3.5).
Otras veces, podemos perder la esperanza
porque, pese a todos nuestros esfuerzos, no somos capaces de tener una vida
espiritual victoriosa. Puede parecer que las viejas actitudes de la carne estén
ganando la batalla, pero así como el fracaso se origina dentro de nosotros,
también la solución, gracias al Espíritu Santo que mora en nosotros. Si nos
rendimos a su voluntad, y vivimos dependiendo de Él, el Espíritu comenzará a
transformarnos internamente.
La desesperanza es una trampa muy mala que
ciega al creyente para que no vea al Señor. La única salida es concentrarse
deliberadamente en Cristo por medio de la alabanza, la adoración y la Biblia.
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