Filipenses
1.19, 20 | Aunque la mayoría de los cristianos están familiarizados con el
evangelio, muchos son reacios a hablar de su fe porque no se sienten capaces de
explicarla a otra persona. Cuando nos falta confianza en nuestro conocimiento
de la salvación por medio de Jesucristo, el temor a las reacciones negativas o
a las preguntas pueden impedirnos abrir la boca.
Pero
recordemos que Dios nos ha dado el mensaje más importante que existe. Puesto
que enfrentamos muchas filosofías antibíblicas, y existe mucho engaño
religioso, necesitamos tener claro el evangelio, y ser capaces de presentarlo
con confianza y denuedo. No podemos dejar que el temor o la ignorancia nos
impidan darle a un mundo perdido el único mensaje que puede cambiar el destino
eterno de una persona.
El apóstol
Pablo recibía con agrado cualquier oportunidad para hablar de Cristo, porque se
centraba en el poder transformador del evangelio, no en las reacciones
negativas que podía encontrar. A menudo, la razón por la que nos avergonzamos
de hablar de nuestra fe es nuestra preocupación por nosotros mismos. Pero si
prestamos atención a las personas que están en nuestro entorno, si expresamos
interés sincero por ellas, y si le pedimos a Dios que nos abra puertas para
compartir nuestra fe, Él responderá nuestra oración.
Tendemos a
interesarnos por actividades que se desvanecen con el tiempo. Pero las almas
son eternas y las personas necesitan conocer al Salvador. Busque oportunidades
para alcanzar a quiénes están cerca de usted. Cuando las necesidades de otras
personas conmuevan su corazón, usted estará deseoso de presentarles el
evangelio.
Biblia en
un año: 2 Timoteo 4-6
Fuente: En
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