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Santiago 1.12-16 | Para construir una defensa contra la tentación, debemos
entender cómo funciona. Cada pecado origina un pensamiento, a menudo el
resultado de un dardo de fuego que el maligno lanza a nuestro camino (Ef 6.16).
Si el
creyente se aferra a ese pensamiento, éste se convierte en una fantasía —la
oportunidad de imaginar lo que sería llevar a cabo esa idea, sin llegar a
practicarla. El problema con las fantasías es que fácilmente pueden turbar las
emociones de una persona.
Esto crea
un deseo, que lleva al creyente al punto donde tiene que tomar una decisión: O
consiente el pecado, o lo rechaza. Este proceso es muy peligroso, ya que la
evolución del pensamiento hasta la decisión puede ser casi instantánea.
Los
creyentes sabios deciden con antelación resistir la tentación, antes de que
ella entre en su conciencia. Hay dos puntos de apoyo para una buena defensa: el
compromiso de obedecer a Dios, y el reconocimiento de que Él tiene el control y
ha limitado lo que Satanás puede hacer (1 Co 10.13).
De la misma
manera podemos mantenernos firmes cuando la tentación deja de ser una fantasía.
Satanás tiene la forma de llamar la atención al placer del pecado hasta que eso
sea lo único que veamos. Pero con un esfuerzo consciente podemos ver todo el
panorama: ¿Es esta decisión una violación de la Palabra de Dios? ¿Cuáles son
las consecuencias? ¿Estoy dispuesto a pagar ese precio?
Ninguna
defensa contra la tentación está completa sin el estudio de la Biblia y la
oración, pues ellas edifican nuestra fe. Si el baluarte alrededor de nuestra
mente y de nuestro corazón se fortalece, estaremos más que preparados para
apagar los dardos de fuego de Satanás.
Fuente: En
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