Leer: Éxodo
3:1-6, 10-14
| Una antigua
historia cuenta que un muchachito fue enviado solo al bosque durante una noche
de otoño para probar si era valiente. El cielo se oscureció y los ruidos
nocturnos llenaron el aire. Los árboles crujían, una lechuza ululaba y un
coyote aullaba.
Aunque
tenía miedo, el niño se quedó toda la noche, tal como lo exigía la prueba. Por
fin, la mañana llegó. Allí cerca, vio una figura solitaria… era su abuelo, que
lo había estado vigilando todo el tiempo.
Cuando
Moisés se internó en el desierto, vio una zarza ardiente que no se consumía.
Dios comenzó a hablarle desde allí, enviándolo de regreso a Egipto para que
liberara de la cruel esclavitud a los israelitas. Reticente, Moisés empezó a
cuestionar: —¿Quién soy yo para ir?
—Yo estaré
contigo —fue la simple respuesta de Dios.
—Supongamos
que me preguntan quién me envió y cómo se llama. ¿Qué les digo?
Dios
respondió: «YO SOY EL QUE SOY. […] Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me
envió a vosotros» (Éxodo 3:14). La frase «YO SOY EL QUE SOY» revela el carácter
eterno y consumado de Dios.
El Señor ha
prometido estar siempre con los que creen en Él. Sin importar cuán oscura sea
la noche, el Dios invisible está listo para responder de manera apropiada ante
nuestra necesidad.
Padre,
gracias por tu carácter inalterable.
Dios está
siempre presente y actuando.
NUESTRO PAN
DIARIO
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