Nunca me
han arrestado, pero a algunos de mis mejores amigos sí, y me han contado sus
experiencias. Puedo intentar imaginarme como se siente el ser atrapado haciendo
algo malo y ser llevado a la cárcel. Puedo tratar de imaginarme la vergüenza
que sentiría y la esperanza de que alguien pague la fianza. Imagino que al ser
liberado de esa celda tendría una mezcla de emociones. Me alegraría de estar
libre, pero avergonzando de ver el rostro de quien me libró, por lo que hice.
El problema
con ser libre o redimido es que debes ser librado o redimido de algo. A menudo,
ese “algo” es el resultado de elecciones pobres o errores y consecuentemente no
somos rápidos para hablar sobre eso. Preferimos dejar atrás esa parte de
nuestra vida. Pero si no hablamos honestamente de lo que hemos sido redimidos,
entonces la redención no es tan importante.
De igual
manera en la interacción de Dios con nosotros. Todos hemos cometido errores,
algunas personas peor que otras y algunos errores peores que otros.
En esos
momentos oscuros, cuando estamos sintiendo las consecuencias de nuestros
errores, Dios llega, nos da una oportunidad de vivir diferente y nos redime de
ese pasado.
Es común
entonces, que nos encante hablar sobre
el amor de Dios y Su redención, dejando por fuera aquello de lo que El nos ha
redimido. Pero es en la profundidad de nuestra oscuridad que la luz de Dios
brilla más fuerte. En nuestra historia personal, debemos incluir la salvación
radical que Dios nos trajo. No podemos temerle a vernos mal o sonar como
alguien que realmente metió la pata. Metimos la pata y fue precisamente allí
donde Dios nos encontró y de donde rescató!
No sé cómo
fue tu pasado. Puedo imaginar que está lleno de errores, al igual que de
circunstancias desafortunadas. Puede que hayas ido a prisión o a la cárcel.
Puede que hayas herido a la gente. Puede que hayas hecho cosas de las que te
avergüenzas. Puede que te hayan lastimado: violación, golpeado, abandonado. No
escondas esa parte de tu pasado. Explica claramente a los demás, la profundidad
de donde Dios te rescató.
Hoy, no te
escondas o huyas de oportunidades en las que puedes decirle a otros sobre qué
tan poderosa es la gracia de Dios. Al contar tu historia a los demás, ellos
obtendrán esperanza para sus propias circunstancias. No minimices tu pasado,
porque al hacer eso no estás contando la verdadera magnitud del amor de Dios en
el presente.
“¿Los ha
rescatado el Señor? ¡Entonces, hablen con libertad! Cuenten a otros que él los
ha rescatado de sus enemigos. Pues ha reunido a los desterrados de muchos
países, del oriente y del occidente, del norte y del sur.” Salmos 107.2-3
Robert & Rebecca Vander Meer
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