Leer | 2
Timoteo 4.9-16 | El apóstol Pablo conocía el valor de los buenos amigos: Silas
se asoció con él en la plantación de nuevas iglesias; Bernabé lo animó en su
ministerio; y Timoteo llegó a ser como un hijo para él. Pablo también conoció
el dolor cuando sus colegas de ministerio no estuvieron a su lado en momentos
difíciles (2 Ti 1.15). De manera que todos podemos pasar por algo parecido en
la vida.
Las
personas tendrán reacciones diferentes ante nuestras luchas. Algunas se
sentirán incompetentes y evitarán ayudarnos, porque no están seguras de qué
decir o hacer. Otras son tan celosas de su tiempo que su egoísmo les hará
darnos la espalda. Y, a veces, nuestros amigos no querrán involucrarse en
nuestras pruebas. En mis primeros días como pastor me sucedió lo mismo cuando
la iglesia estaba pasando por un período de turbulencia. Solo dos pastores se
acercaron a mí para darme su apoyo; otros se distanciaron. Esta experiencia me
enseñó la importancia de ofrecer ayuda en momentos de crisis.
Ayudar a
otros requiere una inversión de tiempo y energías. Podemos comenzar orando por
ellos y preguntando al Señor cómo podemos ayudar. Él puede capacitarnos para
dar apoyo emocional, orientación espiritual, ayuda física o económica, o
conseguir a otros que puedan hacer estas cosas. Estar al lado de ellos les
alentará.
Cuando los
amigos abandonaron a Pablo, él pidió a Dios que eso no les fuera tomado en
cuenta (4.16). Siguió el ejemplo de Jesús, quien pidió al Padre, que perdonara
a quienes lo enjuiciaron. ¿Cómo reacciona usted cuando sus amigos le fallan? El
perdón es la opción que agrada a Dios.
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