Aunque parecía demasiado bueno para ser verdad, el dinero empezó a
llover de todas partes. Ponzi utilizaba el capital de nuevos inversores para
pagarles a los anteriores y así financiar su lujoso estilo de vida. Cuando su
fraude fue descubierto en agosto de 1920, los inversores ya habían perdido 20
millones de dólares y 5 bancos habían cerrado. Ponzi pasó tres años en prisión,
lo deportaron a Italia y murió sin un centavo, en 1949, a los 66 años.
El libro de Proverbios, en el Antiguo Testamento, suele contrastar la reputación
de la gente sabía con la de la necia: «La memoria del justo será bendita; mas
el nombre de los impíos se pudrirá. […] El que camina en integridad anda
confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado» (Proverbios 10:7,
9). Salomón lo resume afirmando: «De más estima es el buen nombre que las
muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro» (22:1).
Buscamos tener un buen nombre, pero no para honra personal, sino para
glorificar a Cristo nuestro Señor, cuyo nombre es sobre todo nombre.
Un buen nombre honra a nuestro
gran Dios.
Nuestro Pan Diario
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