Una de las inclinaciones naturales
nuestras es a creer sin racionalizar. Le pongo un ejemplo: Cuando usted toma el
control remoto del televisor, ¿se pregunta caso si funcionará o no? Por
supuesto que no. Usted simplemente obtura el botón indicado. Sabe que aparecerá
la imagen. Esa es fe natural.
También
cuando usted marca desde su teléfono celular. ¿Racionaliza acaso cómo operan
las redes, de qué manera viajan las ondas de sonido o si hay cobertura en el
lugar desde el que está llamando? Por supuesto que no. Usted simplemente marca
y espera que alguien al otro lado de la línea le responda.
La fe no se percibe solamente con
los cinco sentidos, sino desde el ámbito espiritual, porque la fe que obra
milagros, que transforma las circunstancias, que trae sanidad, es esencialmente
espiritual.
Dennis Bennet, el autor y
conferencista cristiano, escribió: “La fe verdadera, la que proviene de Dios,
es sobrenatural, es decir que trasciende los sentidos naturales…. Todos
iniciamos la carrera con una medida de fe igual, pero algunos crecemos en fe
mientras que otros no; todo depende de nosotros. Dios tiene siempre una reserva
para sus hijos; sus depósitos de fe para nosotros son ilimitados y están a
nuestra disposición” (Dennis Bennet. “El Espíritu Santo y tu”. Editorial Vida.
1976. EE.UU. Pg. 143)
Conforme usted y yo desarrollamos
una vida de oración persistente, entramos en esa dimensión en la que conocemos
a Dios, nos llenamos de Él, comprendemos más Su voluntad para nosotros, y
experimentamos una vida de milagros. La oración y la fe deben ir siempre de la
mano.
Una
medida de fe para cada uno
El apóstol
Pablo nos enseña en las Escrituras que Dios nos ha dado una medida de fe a cada
uno de nosotros: “Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le
advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que
realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la
medida de fe que Dios les haya dado.”(Romanos 12.3. NTV)
La última línea es clara en hacer
esa apreciación. Pero ligado a ese concepto, en el sentido que todos nosotros
recibimos una medida de fe, es evidente que no debe quedarse estancada sino que
nuestro amado Padre celestial espera que crezca.
Hay dos escenas de las Escrituras
que comparto con usted. Una de ellas es cuando invidentes le piden el milagro
de ver. Relata el evangelista Marcos: “Entonces él les tocó los ojos y dijo: —Debido a su fe,
así se hará.”(Mateo 9:29. NTV)
Igualmente leemos otras líneas que
resultan sumamente reveladoras:” Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera de la
aldea. Luego escupió en los ojos del hombre, puso sus manos sobre él y le
preguntó: — ¿Puedes ver algo ahora?”(Marcos 9:23. NTV)
Fe. Un don, sin duda, que proviene
del Señor, pero un don en el que usted y yo estamos llamados a crecer. Esa es
la razón por la que orar reviste mucha importancia si deseamos llegar a nuevos
niveles. Oración permanente y perseverante.
Crecer en la fe es un proceso en el
que avanzamos progresivamente. Debemos eso sí, perseverar. Orar aun cuando
inicialmente haya asomos de duda. Seguir clamando. Anidar en nuestro corazón la
certeza de que—aquello que pedimos—ocurrirá algo en respuesta.
La
fe por encima de las circunstancias
Cuando
oramos con fe, creyendo, dejando de lado toda duda, lo que pedimos ocurrirá. Es
necesario tener en cuenta que tal petición debe estar en consonancia con la
voluntad de Dios. Así lo enseñan las Escrituras.
La enseñanza es clara y la impartió
el Señor Jesús a sus discípulos y a nosotros hoy: “Entonces Jesús dijo a los
discípulos: —Tengan fe en Dios. Les digo
la verdad, ustedes pueden decir a esta montaña: “Levántate y échate al mar”, y sucederá;
pero deben creer de verdad que ocurrirá y no tener ninguna duda en el
corazón.”(Marcos 11:22, 23. NTV)
Tenemos la autoridad de Cristo,
orar y que las cosas sucedan. Como los discípulos, usted y yo tenemos esa
autoridad. No lo olvide jamás (Cf. Mateo 10:8)
Otras
clases de fe
Hemos visto
hasta el momento la fe que obra milagros y trasciende la enfermedad,
produciendo sanidad. Oramos para que lo imposible se haga posible.
La Palabra
de Dios nos muestra además:
1.- La fe
que salva.- (Hechos 16:31; Hebreos 11:6; Efesios 2:8, 9)
2.- La fe
como un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22; Juan 15:5)
Dios nos
abastece de la fe necesaria y nos corresponde responderle a ese don maravilloso
que nos entrega. Lo logramos paso a paso, cuando aprendemos a confiar en Él y
nos vamos despojando de la autosuficiencia. ¡Es posible crecer en la fe y hoy
es el día para dar ese paso.
Si no ha
recibido a Jesús como Señor y Salvador hoy es el día para que lo haga. Puedo
asegurarle que no se arrepentirá. ¡Jesucristo transformará su vida!
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