“Tener
relaciones íntimas antes del matrimonio fue la experiencia más horrible de mi
vida. En ninguna manera fue la experiencia tan emocionante y de satisfacción
que el mundo me hizo creer que era. Sentí como si todo mi interior estaba
siendo expuesto y el vacío y clamor de mi corazón no eran atendidos por nadie.
Es horrible
como la conciencia te acusa ya que también sé que no volveré a tener mi
virginidad. Tengo temor del día en que tendré que decirle al hombre que
verdaderamente ame y con quien me case que él no ha sido el único, aunque
desearía que así fuera. Yo he manchado mi vida ante Dios, me he hecho mucho
daño a mí misma, a mis padres y a toda mi familia.”
Raquel y
Juan tenían un año de haberse conocido. Ellos tenían una amistad muy bonita y
un noviazgo maravilloso. Los padres de Juan que-rían mucho a Raquel. ¡Pero una
noche sucedió algo terrible! Juan empezó a presionar a su novia rogándole que
se acostara con él. Le decía: “Si verdaderamente me amas no te negarás a
hacerlo. De todas formas pronto nos vamos a casar.” Ya Raquel tenía su vestido
de novia, pero aquella noche trágica la joven señorita se rindió ante tanta
presión y como resultado ella quedó embarazada. Cuando le avisó a Juan, él la
abandonó y se fue a vivir a otra ciudad. Los padres de Raquel no querían saber
nada de ella. Ahora esta joven está emocionalmente destrozada y sola. Pronto
ella será una de tantas madres solteras y su hijo uno de tantos hijos sin su
verdadero padre.
El joven
que engaña a una joven como Mónica o Raquel sólo para obtener una relación
sexual es culpable de destruir no solamente la virginidad de ella, sino también
los anhelos y los sueños de ella. Y tal joven también mancha su propia vida y
conciencia con el pecado de la inmoralidad.
Joven, tú
no tienes ningún derecho a tentar de esa manera contra la vida de ninguna mujer
y mucho menos de tu novia. Cuando ella se entrega a ti, no sólo se entrega
físicamente, sino emocional, sentimental, sicológica y espiritualmente. Y todo
se hace más difícil para ella cuando queda embarazada y tú te vuelves humo.
Si tú amas
a tu pareja de verdad, no vas a hacerle insinuaciones amorosas; más bien,
sabrás esperar y la respetarás. Pero si sólo piensas en poseerla, gozarla,
disfrutar y satisfacer tu apetito sexual entonces la tratarás como si fuera una
cualquiera y terminarás frustrándote a ti mismo y a ella. La lujuria no espera,
el capricho no espera… pero el amor verdadero sabe esperar.
Joven, la
verdadera virilidad está unida al dominio de tus instintos. Entrégate a Cristo
y desarrolla un carácter fuerte en el dominio propio. Respeta a la mujer y a ti
mismo, y evita esta clase de experiencias amargas que te marcarán para toda la
vida. Así como a ti no te gustaría que nadie engañara y abusara de tu madre,
hermana o hija en el futuro, entonces tú tampoco lo hagas.
La Biblia
dice:
No erréis;
ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni
los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1
Corintios 6.9-10).
Ahora bien,
no siempre los hombres tienen la culpa. ¡Claro que no! Hay muchas “señoritas”
que no se dan a respetar y andan encendiendo fuegos por aquí y por allá, listas
son las que se visten de forma provocativa, coquetean, son fáciles, todos las
pueden abrazar, manosear, besar y ellas no dicen nada. Si este es tu caso,
entonces no te quejes después por los resultados de tu comportamiento y
apariencia. En la medida que quieres que otros te respeten, tú también debes
respetar. Si tú no respetas eres culpable del pecado de la lujuria y de
provocar el pecado en la mente del
hombre que te mira.
El joven o
la señorita que ama de verdad y espera hasta el matrimonio gana el honor y el
respeto de todos. Además, Dios mira estas cosas con agrado. Tal vez tus amigos
no lo miran de la misma manera que lo hace Dios, pero tu futura esposa o esposo
te lo agradecerá mucho.
Dios hizo
el sexo. Es algo muy hermoso dentro del matrimonio. Trae satisfacción,
contentamiento y bienestar emocional. Es uno de los placeres más exquisitos y
agradables que la pareja puede gozar aquí en la tierra. Pero fuera del
matrimonio el sexo se vuelve feo y grotesco. Trae vergüenza, esclavitud y
miseria. Vale la pena esperar.
La Biblia
dice:
Honroso sea
en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios (Hebreos 13.4).
Si tú te
encuentras manchado por la impureza sexual, seas un joven o una señorita, te
rogamos por medio de este mensaje a que
busques a Dios en arrepentimiento y que dejes de pecar. Cristo puede limpiar tu
cuerpo y tu mente si tú te arrepientes.
La Biblia
dice:
Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi
yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga (Mateo 11.28-30).
Si tú eres
una persona que por la gracia de Dios te encuentras libre de los pecados
sexuales entonces deseamos que este tratado te anime a continuar fiel al Señor
para que goces de una pureza sexual y espiritual. Si estás casado o casada
entonces te pedimos que guardes la pureza sexual y que siempre seas fiel a tu
cónyuge.
La Biblia
dice:
Bebe el
agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus
fuentes por las calles, y tus corrientes
de aguas por las plazas? Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. Sea
bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, Como cierva amada
y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor
recréate siempre (Proverbios 5.15-19).
Fuente: Restauración
Juvenil
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