Luis García
Dubus -Santo Domingo-Listín Diario- Cuando me lo presentaron, me llamó la
atención su sonrisa franca. Él era un conocido empresario de Santiago, y no
esperaba tanta sencillez en un joven de tan alta categoría socio económica.
Me alegré,
porque íbamos a pasar la tarde juntos en una celebración deportiva en honor a
mi querido amigo Andrés Bournigal, lamentablemente ido antes de lo que hubiera
yo querido.
Poco
después de empezar la actividad, se acercó a nosotros un empleado de baja
categoría, y le llamó la atención en mala forma al joven santiaguero, por algo
que el juzgó que éste había hecho mal.
Me quedé
esperando la reacción, ya que consideraba no había razón para el ‘’regaño’’, y
menos aún en esa forma.
“Está
bien’’, fue toda su respuesta, “no se repetirá’’. Y seguimos adelante
tranquilamente.
Yo creo que
éste era uno de los 30 caballeros. Nunca olvidaré aquella muestra de humildad
de un joven rico que podría no ser más que un engreído.
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Jesús, el
Maestro, fue especialmente maestro en la humildad. Esta virtud no la pudo
enseñar Platón, ni Sócrates, ni Aristóteles, quienes estaban lejos de ella,
porque pretendían ser admirados y aplaudidos por su sabiduría.
Dice San
Agustín: “Mejor es el hombre humilde que sirve a Dios que el que hace
milagros…’’ El humilde ve cualidades en los otros y reconoce sus limitaciones
tranquilamente, no hay envidia en él, porque la envidia nace de la soberbia.
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Hoy se
refiere Jesús, aquel pobre carpintero de Nazaret, a los engreídos escribas
(versados en la ley) y fariseos (miembros de una secta sumamente exigente)
diciéndoles que su religión era una falsedad, porque “todo lo que hacen es para
que los vea la gente… les gusta ocupar los sitios de honor… y que la gente los
llame maestros’’. (Todo lo contrario de la actitud del santiaguero).
Y añade:
‘’Quien se alaba será humillado, y quien actúa con humildad será alabado’’.
“Aprendan
de mí”, dice el Señor en otra ocasión, “que soy tolerante y humilde de corazón,
y encontrarán descanso para su vida’’ (Mateo 11, 29).
Cuando
Jesús dice: ‘’Bienaventurados los pobres de espíritu’’, quiere decir los que
son humildes, aunque tengan mucho dinero. Es la primera “bienaventuranza’’
La pregunta de hoy
¿Cómo saber
si soy humilde?
Dice la
Biblia en proverbios 27, 21: “Así como la plata se prueba en horno y el oro en
crisol, así es probado el hombre en la boca de quien lo alaba’’.
“Por eso
hay que observar si a usted le pesa cuando lo alaban y estiman, o se ufana y
contenta con eso. Ahí verá si es oro o es oropel”, dice San Gregorio.
Por eso le
digo, amigo mío, que ninguna virtud deseo más que la humildad, porque dice el
Salmo 27, 10: “Tú derramaste Dios una lluvia generosa sobre los humildes, y
aliviaste su alma extenuada’’.
De la
humildad no brota la envidia, en cambio produce como frutos la paz y la
paciencia y también el amor, porque dice la Biblia: ‘’Procede con humildad, y
te querrán más que al pobre generoso’’ (Eclo 3, 17) ¡Qué grande es la humildad!
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