jueves, 3 de noviembre de 2011

DECLARACIÓN DE DEPENDENCIA



Juan 15
 1             Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2              Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más fruto.
 3              Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado.
4                Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
5               Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.

6              Si alguno no permanece en mí, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
7               Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis todo lo que quisiereis, y os será hecho.
8               En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Los adultos festejan cuando los niños aprenden a hacer algo por sí solos: vestirse, cepillarse los dientes, atarse los cordones de los zapatos, andar en bicicleta, ir caminando a la escuela.

Cuando somos grandes, nos gusta abrirnos camino solos, vivir en casa propia, decidir por nuestra cuenta, no depender de la ayuda de nadie. Si enfrentamos desafíos inesperados, buscamos libros de «autoayuda». Mientras tanto, de manera sistemática estamos bloqueando la actitud de corazón que a Dios más le agrada, y aislándonos, lo cual describe con mayor precisión nuestra verdadera condición en el universo. Es lo que Jesús les dijo a Sus discípulos: «…separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).

La verdad es que vivimos dentro de una red de dependencia, en cuyo centro está Dios, quien sustenta todo. El teólogo noruego Ole Hallesby determinó que la palabra "impotencia" resume mejor que ninguna otra la actitud aceptable para Dios cuando oramos. Dijo: «Sólo aquel que es impotente puede de verdad orar».

La mayoría de los padres sienten una punzada cuando los hijos dejan de ser dependientes, a pesar de saber que el crecimiento es algo saludable y normal. Con Dios, las reglas cambian. Nunca dejamos de depender de Él, y si pensamos que lo hemos hecho, nos engañamos. La oración es nuestra declaración de dependencia del Señor.

Reflexión: Ora como si tu vida dependiera de eso. ¡Y así es!

Nuestro Pan Diario

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